domingo, 27 de noviembre de 2011

Los ojos de los otros

El día hoy amaneció sin nubes en todos los sentidos, a diferencia de ayer, en el que una densa niebla arrancaba con el día -que no con el ánimo, aquí no hay metáfora posible, fue alegre y luminoso- y lo cerró a la vuelta a casa. Una niebla densa y fresca que deja húmedas las aceras y los cristales de los coches y te hace dudar de si ha caído el agua y no la has visto, aparecida de pronto, metida en los huesos.

Hoy se nubló más tarde, una vez llegamos desde el centro de la ciudad a la costa. Exploro con mi hermana el terreno, nos paramos ante el paisaje, las fotos se suceden. Pone el automático y un nuevo clic nos deja juntas para la posteridad. Los cuerpos se unen, los rostros sonríen y acompasadas, charlonas, caminamos frente al paisaje desde el que vemos el mar, algún barco en la distancia, un castillo. La reflexión, imperturbable, acompañándome en el paseo.

Los viajes despejan el alma no solo al que viaja sino al que recibe. También su rutina se ve alterada y es agradable hacer cosas que normalmente no haría o ver con los ojos del invitado las cosas que habitualmente ve con los ojos de la costumbre y del hastío. Me parece tan necesaria la experiencia de vez en cuando como la de ver a tu pareja junto a otras personas, con la perspectiva de los ojos de los demás, en la que ganará o perderá, podrá sorprenderte, incluso podrías descubrir de pronto que es uno que no era contigo desde hace mucho o que es otro que no es jamás contigo. Tal vez veas lo que ya sabías y habías olvidado de tanto verlo, desde el mismo lado observado a diario.

Los ojos de los otros son a veces los que reflejan el mundo y la realidad. No hay que desperdiciar la oportunidad de una visita para recorrer la ciudad en la que uno vive, conocer a quien uno quiere dentro de otro cuerpo, inspeccionando y sacando a la luz lo que estaba más oculto y puede aún sorprendernos por bello y novedoso.

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