Seguimos a menudo los consejos de los que nos rodean. Seres
vivos, amigos, gente cercana a la que pedimos opinión para un problema concreto
o que nos la dan por propia iniciativa. Es más extraño tomar nota de las enseñanzas de un personaje
o de las palabras que un autor indica que le hizo una figura importante en su
vida.
Estos días releo la vida de Gabo en cómic que publicó Sins Entido, y me
conmueve incluso la ilustración del coronel Márquez, sus palabras “en
bocadillo” diciéndole a su nieto Gabito lo dura que es la vida y cómo hay que
enfrentarse a ella sin miedo y con valentía. Qué aparentemente sencillo
consejo, afirmación. Y no sé por qué, estos días que pienso en lo del miedo a
la vida me viene bien un poco de esta energía pseudo literaria nada cercana en
el fondo y sin embargo potente.
Está visto que las palabras llegan al corazón del modo más
dispar y sorprendente, como escribía hace un par de días respecto a su poder
como puñales. Pueden venirnos de un personaje de Hawks, de Woody Allen o del
título de un cuadro (ocurre también, los hay ciertamente hermosos y
clarividentes), ¿por qué no habrían de llegar de un personaje de cómic que a su
vez fue una persona real que tuvo relación con el autor que amamos a través de
sus libros? El coronel Márquez lleva a Gabo a conocer el hielo y este está
caliente de tan frío. Y eso le marcó y le dio el tono para una novela que es la
vida. La vida misma es Cien años de
soledad y es un poco nuestra propia vida. La dificultad o la posibilidad de
encontrar el tono adecuado para contar una historia literaria es como hacerlo
para contar la vida de uno mismo. Cómo empezaríamos, qué destacaríamos, qué
palabras y expresiones llenarían esa larga o corta experiencia en este mundo.
Imagino el placer de García Márquez cuando sintió las palabras, una a una,
saliendo de su interior, después de un crecimiento de años. Por fin afloraron y
no pararon y entonces supo que su vida tenía un estilo y un sentido
independientemente del interés que suscitara. Era propio y honesto lo escrito,
y en eso radica el éxito de una creación. Vivir la vida con honestidad y sin
miedo es básico ya no solo para ser felices, sino para tener la certeza de que
fuimos, en nuestro paso por el mundo, algo más que una sombra.