miércoles, 7 de mayo de 2014

Más que sombras

Seguimos a menudo los consejos de los que nos rodean. Seres vivos, amigos, gente cercana a la que pedimos opinión para un problema concreto o que nos la dan por propia iniciativa. Es más extraño tomar nota de las enseñanzas de un personaje o de las palabras que un autor indica que le hizo una figura importante en su vida.

Estos días releo la vida de Gabo en cómic que publicó Sins Entido, y me conmueve incluso la ilustración del coronel Márquez, sus palabras “en bocadillo” diciéndole a su nieto Gabito lo dura que es la vida y cómo hay que enfrentarse a ella sin miedo y con valentía. Qué aparentemente sencillo consejo, afirmación. Y no sé por qué, estos días que pienso en lo del miedo a la vida me viene bien un poco de esta energía pseudo literaria nada cercana en el fondo y sin embargo potente.



Está visto que las palabras llegan al corazón del modo más dispar y sorprendente, como escribía hace un par de días respecto a su poder como puñales. Pueden venirnos de un personaje de Hawks, de Woody Allen o del título de un cuadro (ocurre también, los hay ciertamente hermosos y clarividentes), ¿por qué no habrían de llegar de un personaje de cómic que a su vez fue una persona real que tuvo relación con el autor que amamos a través de sus libros? El coronel Márquez lleva a Gabo a conocer el hielo y este está caliente de tan frío. Y eso le marcó y le dio el tono para una novela que es la vida. La vida misma es Cien años de soledad y es un poco nuestra propia vida. La dificultad o la posibilidad de encontrar el tono adecuado para contar una historia literaria es como hacerlo para contar la vida de uno mismo. Cómo empezaríamos, qué destacaríamos, qué palabras y expresiones llenarían esa larga o corta experiencia en este mundo. Imagino el placer de García Márquez cuando sintió las palabras, una a una, saliendo de su interior, después de un crecimiento de años. Por fin afloraron y no pararon y entonces supo que su vida tenía un estilo y un sentido independientemente del interés que suscitara. Era propio y honesto lo escrito, y en eso radica el éxito de una creación. Vivir la vida con honestidad y sin miedo es básico ya no solo para ser felices, sino para tener la certeza de que fuimos, en nuestro paso por el mundo, algo más que una sombra.