domingo, 6 de noviembre de 2011

Los momentos solo míos

Me he despertado temprano y he aprovechado para desayunar en el más absoluto silencio que solo se da una mañana de domingo o una de pleno agosto con puente por medio. Lo bueno de vivir en el centro de una gran ciudad es que los sonidos te indican el día que es, diría casi la hora. A veces, en la cama, medio despierta aún, oigo el ladrido familiar de un perro al que sé suelen bajar al parque que hay debajo de mi casa a las 8:30. En ocasiones, el vecino empieza a toser y aunque las paredes son finas lo oigo bien porque tiene una tos de enfermedad inconfundible que le hace sufrir por la mañana.

Todos los sonidos me van indicando en qué momento del día estoy. El silencio de esta mañana auguraba una hora temprana que me ha permitido estar conmigo a solas, más de lo habitual, pues en cuanto empiece el ritmo dominguero de mover muebles en limpiezas generales en las casas y las radios de mis vecinos se enciendan, yo ya habré de estar en el mundo y hacer algo más útil que leer plácidamente con un segundo café o mirar por la ventana mientras pienso en el próximo capítulo de la novela que estoy escribiendo.

Los sonidos, como la luz, te obligan a un tipo de actividad, te van llevando a donde quieren que vayas y no puedes apartarte fácilmente. Es por eso tan agradable estar despierto de madrugada un lunes cuando todos están durmiendo sabiendo que al día siguiente no has de ir a trabajar y nada te obliga a acostarte ya. O bien pasear temprano por las calles recién regadas cuando todos duermen y solo tú produces el sonido de pisadas que llena la acera. Son los momentos realmente propios. El resto, todo lo que hacemos, forma parte de un guión en el que se cruzan muchos extras aparte de ti, el protagonista, y en el que los sonidos de todos marcan una melodía muy concreta y un ritmo difícil de romper, pero se puede.

Oigo al perro de las 9:30 ladrando en el parque y la vecina de arriba ha empezado a barrer, el sonido de la escoba inconfundible en mi techo. Es hora de entrar en el mundo, no hay quien me libre, al escenario.

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