miércoles, 2 de noviembre de 2011

Huele mal y nadie me habla

Sin ánimo de convencer a nadie aunque si lo hago bienvenido sea, empiezo este otoño, por fin, a disfrutar de las ventajas del ex fumador que lleva un año sin probar bocado. No voy a hablar de que subo mejor las escaleras (que sí), de que mi casa, mi pelo y mi ropa ya no huelen a tabaco (que también), de que mi aliento es fresco y tampoco atufa (vale, también) porque esto, más que ventajas, son desventajas, ya que huelo lo de los demás, y esto, en parte, porque mi olfato se ha agudizado. Parece mentira pero hueles más cuando no fumas, supongo porque al fumar todo te huele a tabaco, incluido tú mismo y es muy difícil distinguir por encima de ese olor adictivo y maravilloso –cuando fumas lo es– qué otro pulula y está.


Así, el problema ahora es oler el tabaco de otros, no solo de sus alientos, de sus apestosas bocas, de su ropa, de su pelo, del ascensor que acaban de ocupar, sino también del que se desprende de los cigarrillos que con todo el derecho van fumando mientras caminan delante de ti por la calle. Cuando fumaba también me molestaba, aunque menos. Cuando uno está parado fumando el no fumador puede rodear el infecto humo pero si vas caminando por la calle es muy difícil evitarlo. Así, me encuentro este otoño no solo dando saltitos por las aceras para pillar las hojas de los árboles bien secas que suenen al ser pisadas sino también adelantando a los fumadores. Es bastante estresante.


Otra de las ventajas –a ver si esta sí– de no fumar en otoño y llevar un año sin hacerlo, –insisto, si no, no vale, porque los primeros meses tenía ansiedad, ahora ya no y se nota– es que no tengo que pasar frío fumando en la calle pero a cambio mis relaciones sociales han mermado. Me entero la última de los cotilleos de la oficina y ya no puedo desahogarme con mis compañeros sobre ese jefe tan joven y ya tan cabrón o sobre la cantidad de curro que tenemos últimamente o simplemente si irá llover durante la semana o el fin de semana. En fin, las cosillas que uno comenta y que rompen la rutina.


Me hace mucha gracia cuando leo sobre el aislamiento y la persecución a los que se somete a los fumadores, cuando somos en realidad los no fumadores los que estamos discriminados y ya nadie nos cuenta nada y lo olemos todo. Eso sí, podemos subir las escaleras sin esfuerzo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario