Mamá nació el 23 de abril de 1936, así que hoy celebra su cumpleaños. Este año es distinto, pues puedo felicitarla por correo electrónico muy temprano, para que cuando acuda a su portátil medio dormida, sin haber desayunado aún, se encuentre con palabras cariñosas.
Es, desde Reyes, un nuevo modo maravilloso de comunicarnos. Por teléfono o en persona las palabras se pierden y uno sin querer puede desconectar y no escuchar atentamente, como el otro desea. Aquí, sin embargo, nos hablamos sin tapujos, sin cuidado, sin interferencias. Nos decimos las cosas y vamos sabiendo la una de la otra más y más. Uno no deja de conocer a las personas con el paso de los años. No lo conocemos todo de una vez, y menos de los padres. Vamos sacando datos, escuchando aventuras, historias. Sabiendo de su niñez, de su juventud, ellos que siempre nos parecieron inalterables y de edad inamovible e incierta.
A mamá le ha dado por contar y me narra, me escribe, y lo hace bien. Con las palabras como le salen, casi como si hablara, pero sin errores, con los términos exactos, la prosa sencilla y las frases cortas. Y con esa especial sensibilidad casi infantil que intuía que poseía pero que no había comprobado con certeza hasta ahora. Me recuerda a Celia a veces, es decir, a Elena Fortún, a la creadora del personaje entrañable que he leído y releído gracias, precisamente, a mi madre.
Leer nos hace libres, dicen, y creo que es cierto. El genio cervantino y el shakesperiano se celebran hoy como símbolo de esa libertad en lo escrito (la del que escribe lo que desea) y en el que lo lee (que puede elegir qué quiere o desea leer en cada momento sin censura).
Uno de los pensamientos que más acude a mi madre, y que ha compartido conmigo en varias ocasiones, es el de una España de posguerra caracterizada por la ignorancia, en la que de un tal Lorca no se sabía, ni de un Machado, y en el que Día del Libro no existía. La generación de mi madre descubrió tarde a algunos autores, pero al menos supieron, pudieron leer y conocer. Muchos otros se quedaron en el camino, privados del placer de ver nacer la Democracia y con ella la libertad. Por ello, el Día del Libro se siente uno agradecido, confortado.
(Mientras escribo, por cierto, mamá ya leyó mi correo de felicitación, y me responde que a estas horas, el 23 de abril de 1936, aún estaba en el limbo, pues nació a las 18:00 horas. Así es ella.)