martes, 22 de mayo de 2012

De todos

Qué sencillo es asimilar lo que poseemos cuando es agradable y tenemos desde que nacimos.

Me había acostumbrado a pensar que la educación gratuita y de calidad para todos era normal. Que la sanidad era un derecho que nadie podía violar de ningún modo, pues sería tan absurdo o improbable su falta como hacer que el sol se cubriera por voluntad propia.

No había podido imaginar que esos espacios culturales a los que me he acostumbrado a ir a menudo, regularmente, desde niña, iban a tener que cerrar o al menos dejar de ser lo que fueron, espacios vivos donde aprender gracias a las exposiciones, los conciertos, el teatro... gratuitos o económicos. Qué palabras tan alejadas ahora, que parece que nada lo es, que por todo hemos de pagar desorbitadamente.

Estaría dispuesta a gastar más por esos espacios cuyos ingresos van a descender porque no hay nada peor que un museo a medio hacer o una sala vacía y muerta que no exponga ni muestre, en la que no fluyan las formas, las almas de los actores, los cuadros de un pintor, los textos viejos ya pero amados de los antiguos libros.

Qué será de los fondos de las bibliotecas públicas, ya de por sí precarios, en los que te haces con una novedad un año después de haberse publicado y en los que faltan títulos fundamentales. La crisis no nos lleva, como pensaba al principio, ingenuamente, a lo público, porque lo público va a dejar de existir es decir, va a pasar a ser privado, y por tanto caro e inaccesible para muchísimos ciudadanos. No es que se acabe con el acceso a la cultura, es que directamente se va a acabar con la cultura. Menos exposiciones, cierre de centros culturales (hoy el Conde Duque y el Matadero ven reducidos sus fondos).

Dejaremos de gastar en libros, cines y copas los más pobres, los que más ganan seguirán ganando y consumiendo en su ocio como siempre. Nosotros no tendremos ni el consuelo de las bibliotecas. En consecuencia, el ocio de los más jóvenes seguirá siendo el alcohol y las drogas baratas. Muchos, por aburrimiento, caerán en la delincuencia a la que lleva el hastío y la miseria, la falta de objetivos y los pocos alicientes y oportunidades que te niega una sociedad. Y eso nos afectará a todos, a los ricos también, no iban a librarse de esto.

Las consecuencias de la ignorancia son fatales, reducir los gastos para la enseñanza pública nos lleva a lo que tanto criticábamos de America Latina hace unos años, no tantos en realidad. Ellos aprendieron algunas cosas de nosotros. Ahora nosotros volvemos atrás y nos hacemos insolidarios, populistas, clasistas, usureros y muy, muy ignorantes.


martes, 15 de mayo de 2012

La luz que me atraviesa

Un atardecer desde los Jardines de Sabatini viendo el Palacio Real, una visita a Sol, donde se concentró el nacimiento de los Indignados que empiezan a resultar simbólicos e irreales, una comida al aire libre bajo una sombrilla, otra oyendo las gallinas y oliendo hierba caliente. Un paseo de montaña que se convierte en peligroso por unos minutos que parecen horas, un viaje en coche atardeciendo en castellano, rosados y azules de fondo, mucho cielo. Estornudos y alergias, piel quemada pero viva, hipersensibilidad de olores y emociones. Contacto humano y perruno, niños, familia, mascotas, risas, amigos.

Muchos días libres, muchas canciones, muchas caras y voces, algunas nuevas y amables. El calor, protagonista indiscutible de las vacaciones, me lleva de nuevo a la infancia, al comienzo de la estación que se iniciaba pocos días antes de mi cumpleaños, anunciando los regalos, las vacaciones, los días de playa con olor a sol radiante, los paseos con mamá de compras de bañadores y ropa luminosa y bonita. Libros nuevos para llevarme en la maleta, feria del libro del Retiro con tormentas de verano y un libro con olor a nuevo entre las manos, aire acondicionado del centro comercial, mamá y yo juntas, guapas las dos, de la mano, brillantes de felicidad. Noches de juegos en la calle, de balón prisionero y rescate, de heridas en las rodillas, de tiritas y lágrimas, de sudor y olor de haber estado en la calle mucho tiempo.

El veranito, el calor y las noches pegajosas que refrescan de madrugada si dejas todo abierto cuando ya es demasiado tarde y hay que levantarse para trabajar con ojeras y cansancio a cuestas, de perros ladrando a  lo lejos en un paseo tardío por el parque que hay debajo de casa. Olor mañanero a calor desde temprano, pájaros que a primera hora y a última se vuelven locos en griterío, luz y más luz que ciega y me aclara los ojos y las ideas, que me embellece por dentro como si alguien hubiera encendido el interruptor de la luz que me atraviesa.

sábado, 12 de mayo de 2012

De mitomanías y otras debilidades

Una vez coincidí en un restaurante con Javier Bardem y John Malkovich y apenas pude cenar, más preocupada de escuchar sus conversaciones que de disfrutar de lo que tenía en el plato. Fue en La Bardemcilla hace ya muchos años.

Cuando uno tiene cerca a un “famoso” de los admirados, de los que es impensable imaginar encontrarse jamás en su vida tan cerca, escuchar su risa, su voz, su forma de comentar el vino, de pedirlo, de degustarlo, lo primero que desea es saberlo todo sobre esa persona, preguntarle cómo le va, tocarle el rostro quizá para confirmar que está hecho del mismo material que nosotros, analizar cómo coge el cubierto o qué comenta. Era difícil encontrar a un actor extranjero en mi ciudad, uno de mis preferidos, y por azares del destino lo tenía aquella noche sentado a mi lado, impecable.

Tengo muchos libros dedicados de mis autores favoritos, la mayoría de ellos adquiridos en la Feria del Libro del Retiro, donde cada año estampan su firma amablemente intentando ser originales en la dedicatoria. Imagino que antes de irse a dormir harán un repaso de las más usadas o genéricas e irán intercalándolas entre los libros de sus admiradores, que aguardan pacientemente en la cola a que les llegue su turno. Buf.

Ayer estuve a punto de comprar el último libro de uno de mis autores más admirados y leídos, Vargas Llosa, y finalmente pensé que lo pediría para mi cumpleaños. Seguí haciendo compras durante la tarde y a última hora de la noche fui a cenar con una amiga a un pequeño y acogedor bistro francés en el centro de la capital, pero ciertamente oculto un una calle pequeña. Unas poquitas mesas en la entrada, la barra a la izquierda y al fondo otras tres mesas. Nos dieron una redondita muy mona y acogedora. La cena estaba siendo excepcional y relajada y de repente nos dimos cuenta de que estábamos solas pues de la mesa más cercana se acababan de levantar los últimos clientes. En el segundo plato se abrió la puerta y apareció Vargas Llosa impecablemente vestido, moreno y elegante, sonriente, acompañado por su esposa y por la que parecía ser su asistente, una joven despierta y vivaz con acento peruano. Se sentaron a nuestro lado. 

A Vargas Llosa le gusta el pollo tai, el buen vino y no sabe qué exposición irá a ver hoy, ya que estaba barajando posibilidades. Habló de política y de la situación social. Mi amiga y yo intentábamos seguir nuestra cena como si tal cosa pero era realmente difícil teniéndolo tan cerca y escuchando sus comentarios. Le sonreímos, es a todo lo que pudimos llegar, porque qué le dices a un hombre así, “me gusta su obra” -obvio-, “enhorabuena por el Nobel tan merecido” -obvio y pasado ya, no acaban de dárselo-, “¿puedo invitarte a tomar algo y charlar de literatura?”. Esta sí, esta hubiera sido la pregunta clave que como imaginaréis no hice, así que me quedé sentada sonriendo viendo cómo se iba, saludando, el rostro de sonrisa exultante, el porte único, quizá cavilando ya en el día siguiente, cuando después de escuchar música clásica, ir a caminar y leer los periódicos -lo contó una vez en una entrevista, por eso lo sé- se tuviera que poner a trabajar en su último proyecto, que cuál será, qué emoción cuando lo lea y sepa que en esos días en Madrid, y en concreto aquella noche del 11 de mayo, ya el cumpleaños del 15-M, pues eran más de las doce , él estaba pensando en ese personaje nuevo, en una escena concreta de la nueva obra, en un giro del argumento inesperado, como encontrarte al final de un día largo al escritor al que admiras cenando junto a ti y disfrutando, también, de su viernes.

viernes, 11 de mayo de 2012

Calabazas

Es muy temprano y ya se ha colado la mosca, la de todos los años por estas fechas, en mi salón. Tengo la ventana abierta y huele a verano aunque parezca increíble. Hace solo tres días que estábamos abrigados y encogidos, el cielo gris de tormentas más otoñales que primaverales. Y de pronto, nos hemos saltado una estación y estamos en verano. Las piernas blancas y las ojeras grises siguen ahí pero pronto desaparecerán, a los de la segunda vivienda en playa o montaña ya este fin de semana, el resto tardaremos un poco más.

Con el buen tiempo llegan también las concentraciones callejeras masivas. El triunfo de equipos de fútbol se celebra dejando a su paso paradas de autobús hechas añicos, todo tipo de desperdicios por las calles aledañas del centro que cuando vas a trabajar tempranito, caminando, levantan el ánimo... Ha llegado el buen tiempo. Las terrazas de los bares, tan acogedoras y agradables, espantan con el ruido de borrachos y ociosos a sus vecinos, y el paseo de mediodía, después de comer, se convierte en un infierno por las elevadas temperaturas. Hay que hacer deporte al aire libre a horas restringidas, o muy temprano -ya mismo salgo al Retiro, por cierto- o a última hora del día.

No hay restricciones para los noctámbulos o futboleros borrachos, que se adaptan a todos los horarios y temperaturas, pero ojo, has de tener en cuenta que, como la Cenicienta, a partir de las 12 de la noche tu hermoso carruaje se convertirá en calabaza. En tu caso, no debes estar más allá de las 22:00 horas en la Puerta del Sol de Madrid estos días, pues tu pacífica celebración para conmemorar el año de aniversario del Movimiento del 15-M puede convertirse en violencia y muerte.

La España de hoy se está convirtiendo en calabaza, en la España de la posguerra pero sin ella, en los rancios cincuenta y en los peleones setenta que llevaron a la Democracia y que ahora no sabemos a dónde nos llevará. Los inmigrantes sin papeles no tienen ayuda sanitaria y una operación puede costarles más de 20.000 euros, ya veremos cómo lo pagan, ese es su problema, quizá más valdría morirse, y a los bancos se les inyecta money, money para que todos estemos tranquilos mientras en las portadas de un desvergonzado diario nacional aparecen las fotografías de líderes estudiantiles como peligrosos delincuentes.

El final de la Eurocopa se celebrará con una manifestación de la ultraderecha por el Centro de la Capital para defender "lo español", autorizada por la Comunidad de Madrid, pero Madrid vive estos días acordonada y acojonada por más de 2.000 agentes antidisturbios ante la amenaza de pacíficos ciudadanos, entre los que se encuentran ancianos y niños, y esos estudiantes de FP o Filosofía y Letras tan peligrosos que entre el 12 y el 15 de mayo saldrán a la calle a celebrar y a decir que están ahí, que cuenten con ellos, que quieren ser alguien entre tanta deshumanización e injusticia, que no los recorten simplemente.

martes, 8 de mayo de 2012

Hablemos


De todos es sabido que hacer palabra el pensamiento, verbo el alma, es una de las cosas más terapéuticas que pueden hacerse cuando se está confuso y se siente uno solo ante el peligro. No es este tal, quizá, y muchas veces se trata solo del vértigo que produce tomar una decisión sobre tal o cual asunto que no debería causarnos preocupación ni desvelo pero que lo hace sin que podamos evitarlo.

Decir en voz alta, compartir esa preocupación absurda o real y justificada convierte el interior en un paisaje más despejado y más sano que se acerca a la calma y a veces a la felicidad. Podremos dormir tranquilos esa noche, la siguiente ya veremos si no nos ataca una nueva duda o si un componente de la vida que nos rodea se vuelve repentinamente agresivo para exaltarnos.

En mi opinión, la conversación perfecta está llena de realidad  y de buenas intenciones. La salvadora, la que nos limpia, es la de la sinceridad sin ambages ni autocensuras al intentar explicarnos cuando somos nosotros los que tenemos que contar qué nos está sucediendo. El mejor interlocutor es el que nos aconseja y nos hace ver el error de percepción, el acierto pero también la solución, por qué no.

Las mejores conversaciones pueden darse a cualquier hora del día y de la noche y en cualquier lugar, y como las buenas duchas, nos despejan la mente y nos aclaran las ideas. Bienvenidas sean.

sábado, 5 de mayo de 2012

Austero soy

"La austeridad hasta la muerte lleva a la muerte". Son palabras del ex presidente español Felipe González durante su intervención ayer en el debate sobre la Gobernanza Global que se celebró en la Ciudad de México. Pero podrían reflejar mi pensamiento y el de muchos, que no dejamos de ver en la política de recortes del gobierno español un alargamiento del paro, de la desidia, de la destrucción del Estado de bienestar que durante años ha venido siendo la seña de identidad de este y otros países europeos.

La austeridad me lleva a la Mancha  profunda, a los del 98, al casticismo, al uso conciso y aburrido de la palabra, a la falta de imaginación, al movimiento mínimo que evite el desgaste, a la falta de alegría y de iniciativa, a la oscuridad y a la ausencia de frescura y naturalidad.

Los jóvenes españoles y no tan jóvenes tienen mucha energía acumulada, muchas ganas de trabajar, pero el día que tengan que hacerlo, si por fin pueden hacerlo, no van a saber cómo ante la falta de práctica y de ideas, porque hasta en el trabajo más banal y mecánico las dosis de imaginación, creatividad e iniciativa son bien recibidas y muy útiles. Pero sobre todo, son humanas y te hacen sentirte vivo, dan sentido a tu vida. Sin ellas la monotonía se instala y no hay sentido posible a la existencia. Es hora de volver a la acción, al trabajo, a los recursos que como humanos con inteligencia tenemos y podemos utilizar... si nos dejan.

A estas alturas de la vida en crisis, austera es la palabra, la emoción y hasta el amor. Los sentimientos positivos dejan de expresarse, dejan de serlo porque no se ponen en práctica apenas, demasiado preocupados por mantenernos a flote y llegar a sobrevivir, llegar a ese fin de mes tan ansiado que sin embargo nos lleva a otro comienzo de mes que volverá a ser final y nos tendrá de nuevo atrapados por el yugo, como esclavos de la sociedad de "no bienestar" que somos, con la falsa esperanza de que un día dejemos de vivir para trabajar.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Los clavos y las historias

El descubrimiento hace solo unos días de restos óseos en la provincia de Ávila de fusilados republicanos durante la Guerra Civil, casi recién comenzada la contienda, sienta un precedente y estremece las conciencias.

Aparte de los hechos objetivos -el descubrimiento, la identificación de los restos, la exhumación- la historia que rodea a las muertes no puede ser más conmovedora.

Entre los restos de algunos de los huesos, especialmente cerca de los de las muñecas y los pies, se han encontrado clavos -como si de crucificados cristianos se tratase, qué irónico- por lo que se cree que los fusilados fueron torturados antes de morir. Una vecina de la localidad agrupó los sesos desparramados que los tiros de gracia partieron los cráneos en dos. Y otro vecino, un pastor, veló esa noche los cadáveres para que los lobos no se comieran los cuerpos.

Así es a veces la historia, como una pesadilla inimaginable ni en el mejor de los escritores o guionistas. La historia, que siempre nos da lecciones de crueldad infinita, más de la que podamos concebir a pesar de imaginar ya tanta y en concreto en las muertes aún no reconocidas como asesinatos ni dignificadas por el rechazo de la sociedad de derechas más conservadora de las víctimas del franquismo.

Afortunadamente, a  veces los restos aparecen y hablan por sí solos, como aquel cráneo de la novela de Alarcón que acusa silenciosamente a su asesina al mostrar un clavo que lo atraviesa de lado a lado a pesar de que la causa de la muerte certificada fuera la apoplejía. Las tierras removidas en el cementerio hacen que se descubra la verdad. El juez Zarco, uno de los personajes esenciales en la obra, expresa de este modo lo inevitable: "Cuando los huesos salen de la tumba a declarar, poco les queda que hacer a los tribunales".

Protejámonos de la vergüenza, que no puedan reclamarnos nuestros hijos o nietos algún día cómo fue posible que no hiciéramos nada para descubrir la verdad y dar descanso y justicia a cada uno de los que recibieron una muerte injusta a manos de unos bárbaros que un buen día no supieron acatar la decisión de todo un pueblo y que además nos vilipendian años después habitando en nuestra democracia, con los derechos y libertades que nos arrebataron y nos hicieron quedar a la cola de la historia y el progreso. Y nos humillan, además, con su silencio obtuso y falso, como ellos.