martes, 15 de noviembre de 2011

Dame un boli rojo

Me gustaría poder utilizar los signos de corrección en la vida propia y la ajena. Resaltaría en negrita con lo que tener cuidado, en cursiva lo delicado, en lo que habría que pararse antes de actuar. En Caja Alta –mayúscula– el PELIGRO, y en cajas bajas –minúsculas– el resto, que sería lo común, lo de todos los días.


De la actualidad destacaría en negrita y subrayado las palabras economía y crisis, por ejemplo, aunque no fuera correcto, pues según las normas no pueden convivir en la misma palabra ambos usos, aunque este sea un caso de emergencia y por tanto también las mayúsculas ayudarían a advertir del peligro, e incluso la cursiva a resaltar lo delicado de ambos términos. Sin duda en Caja Alta irían la POBREZA, el HAMBRE, la ESPECULACIÓN, la PENA DE MUERTE, etc. –esta, de etcétera abreviatura, en minúscula, hay demasiado aglutinado en la palabra–.


Corregir el mundo con un boli rojo requeriría mi tiempo al completo, dedicada noche y día a modificar, reemplazar, resaltar, tachar, superponer, subrayar, anotar al margen, redondear. Si los sueños me permitieran el descanso escribiría mi vida en lápiz para poder cometer errores y borrarlos, la goma Milán siempre a mano para rectificar aquello que hice mal y de lo que en el momento no fui consciente.


En ese sentido, escribir a lápiz es más fácil porque no te arriesgas demasiado, el boli o la pluma te obligan a no emborronar, y ello conlleva no poder equivocarte. Y sin embargo hay tantas vidas escritas y soñadas con bolígrafo azul y negro que si me dejaran condenaría al rojo que da vértigo pensarlo. Me conformo con que haya pocos tachones, pero que haya, la planilla entera sin un solo fallo es tan extraña como una vida de mentira o con las erratas ocultas que el corrector aún no pudo ver, solo aún, dame tiempo y un boli rojo.

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