lunes, 21 de noviembre de 2011

Heridos doblemente

De esas coincidencias curiosas ha sido que el mismo día en el que me lamentaba de los resultados de las elecciones del 20 de noviembre, Javier Pradera haya desaparecido. Lo leo desde que leo el periódico, es decir, desde siempre, porque en casa siempre han comprado El País.

Un 20 de noviembre tan simbólico como el de ayer y afortunadamente ya famoso por otro motivo que no el de la muerte del dictador sino por el de las elecciones fatídicas del año de la crisis –yo al menos lo recordaré a partir de ahora así–, muere un hombre que luchó, a pesar de pertenecer su familia al bando de los vencedores durante la guerra, contra la dictadura franquista y a favor de la democracia.

Nos ha recreado a través de artículos de opinión no siempre fáciles, algo perverso en la sintaxis, con excelentes análisis sociales y casi filosóficos, diría yo, tanto en la forma como en el modo de razonar y afrontar cada idea a desarrollar, más alejado del periodismo de pastel del que ningún otro periodista podría estarlo. Era, ante todo, un pensador, un hombre extremadamente lúcido cuya forma de analizar la realidad y lo sucedido en nuestro país y fuera de él iba más allá de la mera reflexión de mucho periodista aficionado.

Pradera me ha llegado a conmover con una crónica política o una frase, ha conseguido hacerme pensar y dejarme meditando durante horas, la idea plantada y ya difícilmente ahuyentada. Con él se va todo un símbolo de la democracia, del luchador europeo que me recuerda mucho, salvando las distancias, a mi querido Claudio Guillén en esa actitud y ese saber integrado de forma tan natural en las personas sabias pero sin asomo de vanidad, al menos a través de sus textos y de la selección de los mejores, que lo hicieron también el gran editor de la democracia en Siglo XXI y en la recuperación de los clásicos.

Me conmueve lo que algunas personas conmueven con el ejercicio de su profesión y la honestidad en el desarrollo de sus actividades, las que sean, hasta de sus aficiones, gustos y opiniones. Las pérdidas como la del día de ayer -doble, dolorosa en ambos casos- me dejan en carne viva pero agradecida, pues sin ellas yo no sería quien soy, ni mucho menos, sembrada esa semilla del pensador, del filósofo, del buen lector, del articulista entrañable al que no puedes dejar de admirar. La izquierda está herida hoy donde la toques.

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