domingo, 13 de noviembre de 2011

De obsesiones pasadas

Ir a la pelu da también para algunas reflexiones, más cerca de la frivolidad de lo que suelo estar. Husmeo entre las revistas mientras el tinte hace su efecto y no veo las preocupaciones que me asaltan a diario sino otras mucho más banales que compensan a las que sí me importan.

Hubo una época de mi vida en la que mi aspecto ante los demás, pero sobre todo ante mí misma, era más importante que cualquier otra cosa, no porque fuera una frívola o trabajara de modelo o mi actividad principal se basara en mi imagen corporal y en mi físico. Fue simplemente que elegí controlar el aspecto que me hacía creer poder controlarme así a mí misma y no ver la vida que llevaba y no me gustaba. En algo invertía mi energía -y mira que hay cosas para hacerlo-, y un poco entre las compañías que frecuentas, los lugares a los que vas y las parejas erróneas que te buscas, el caso es que finalmente te ves envuelta en manicuras, tintes, gimnasios y tacones imposibles.

Es agradable haber terminado -ya hace tiempo, no es nuevo- esa etapa. Un alivio que nunca pensé llegaría. Cuando voy a la pelu ahora -a la de siempre, a la de ese vida obsesionada por la imagen proyectada-, como el día de ayer, los rostros de los que me tiñen el pelo y me lo cortan son los mismos sin serlo. De pronto, allí metida, no tengo la sensación de que el tiempo no haya pasado como cuando entramos en un lugar que nos transporta al pasado ciertamente inquietante y nos parece estar de nuevo allí, sino más bien que el tiempo ha pasado y yo soy otra, al igual que ellos, con más arrugas por dentro y por fuera porque nada tan frívolo y superficial dura para siempre, al menos no del mismo modo, al igual que la belleza, a no ser que te sometas a la cirugía, y aun así, por dentro no puedes engañarte, eres otro, has cambiado, a mejor en mi caso, no sé en el de los demás, pero por lo que veo y cuentan, también.

Me recreo un rato en la frivolidad de revistas de moda y cotilleo que muestran, por ejemplo, en un zoom, la celulitis de Britney Spears. Me pongo al día en las tendencias para este otoño-invierno y me recreo en unos bonitos zapatos de Camper que nunca tendré, y una vez vuelvo a la realidad, mi pelo cortado y brillante, camino por la acera dirigiéndome a disfrutar de mi sábado noche metida en mis confortables botas planas que no me destrozan la espalda y me relajan para caminar. Las piernas celulíticas y las de las modelos cuyos muslos son del mismo grosor de sus brazos, así como los consejos para perder ocho kilos en un mes se van quedando atrás.

Pienso en cómo sería leer revistas del corazón y “femeninas” que te hablasen de los interiores de esas mujeres. Quizá no vendieran demasiado por no contener nada o podredumbre o porque mostraran poderosas obsesiones por gustar y gustarse a uno mismo a través del sacrificio inútil de dietas inhumanas y tacones dolorosos de alturas imposibles.

1 comentario:

  1. La frivolidad también puede ser un arma. Y tu frivolizas muy bien aquí!
    Hay mucha valentía en este texto!

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