lunes, 23 de julio de 2012

Cómo lo ves


Las aventuras muchas veces comienzan siendo pequeñas escapadas o salidas a un día cualquiera sin demasiadas sorpresas. Las buenas aventuras incluyen ver cosas nuevas que nos sorprende. Las aventuras no siempre apetecen, pero una vez que uno se embarca en ellas se aprovechan.

Me quedan unos pocos días para estar en Londres, para cambiar casi radicalmente de clima, de calzado, de ojos. Unos pocos, muy pocos días para empezar a ver cosas distintas, caras nuevas, un idioma que no manejo ni mucho menos con soltura. Solo unos días para visitar a los amigos que un día hicieron las maletas y se plantaron en Londres con lo puesto y a los que les va bien, sin duda, mucho mejor de lo que les iba por aquí.

Quiero profundizar Londres y verlo esta vez con ojos de habitante, “de amiga del amigo que vive allí” porque la primera lo hice con cuerpo de turista y el rostro no era el mismo, ni yo la misma, por supuesto. “Mi rostro mañana” ­–recuerdo a Marías– será el de una mujer que ha visto cómo se desenvuelve un amigo en la ciudad que visita, cómo vive, cómo piensa, qué come. Uno siempre desea ver lo mismo que ven los ojos de las personas a las que ama.

Y es que muchas veces se nos olvida que todos vemos distinto Si lo recordáramos más a menudo no nos llevaríamos tantos disgustos, no nos sorprenderíamos tanto y aprenderíamos de las debilidades de los demás a generar una compasión que nos pondría al nivel del resto, el mismo, nunca por encima, nunca superior. Una compasión, en definitiva, por nosotros mismos y nuestra vulnerabilidad.

Qué mejor ejercicio de humildad que viajar. 

viernes, 20 de julio de 2012

Duele

Me duele España
como antaño
le dolió a mi Vallejo,
a mi Machado,
Miguel o Rosalía,
a mujeres y hombres
que pisaron la tierra
que hoy lamenta su suerte.

España grita y gime
en los últimos tiempos.
No llega a estar vencida,
no invadió el desaliento
pero poco le falta
para llorar sin freno,
para dormir de día
con los ojos abiertos.

Me duele tanto España
que por primera vez,
desde que soy persona,
he pensado en huir,
en hacer la maleta,
en meter la cabeza
bien hondo
bajo tierra.

Me duele España
de lado y boca arriba,
sentada y de rodillas.
No consigo encontrar
la postura impostada
la de que no me importa
la de que todo vale.

Y entonces, desde ahora,
voy a sacar el hacha
y a defender con ella
lo poco que le queda
a esta patria sin letras,
sin palabras que evadan
sin cómicos, sin risa,
sin arte,
inacabada.

miércoles, 18 de julio de 2012

Entre la novedad y la costumbre


¿Nos ha pasado a todos alguna vez o es cosa mía? ¿Eso de sentir que no hay tiempo para todo lo que hay por hacer y por aprender?

Internet me brinda la oportunidad de oro de saber, y saber, y saber… pero también me hace ser plenamente consciente de que no tengo tiempo para abarcarlo todo, de que he de seleccionar entre la variedad que se me ofrece. Tenerlo ahí, tan accesible, y no poder tocarlo, hace que picotee aquí y allá, un zapping que me lleva de una página a otra, de un link a una noticia, a una aplicación para el smartphone de noticias de la que solo rescato los titulares y los termino de leer a duras penas, apremiada por la urgencia de pasar a otra noticia. Me detengo en lo que realmente pienso que puede merecer la pena, pero quizá a mitad de la lectura me aburra y busque deseosa otra que me interese más.

Entre tanta oferta rescato lo que puedo pero a veces no disfruto de lo que debería pensando en lo que estoy perdiéndome. Parecería lógico desear, pues, menos donde elegir, y sin embargo lo necesito. Necesito que me rodeen las opciones. Dejar una cosa, pasarme a otra, aprender tres idiomas a un tiempo (no es cierto eso de que si no te centras en uno acabas no aprendiendo bien ninguno, solo que aprendes más lentamente). Al menos con el picoteo me siento saciada, con la elección de uno solo me falta algo.

Qué distinto con las personas, sin embargo. 

Me encantan los amigos elegidos, los que siento a menudo, los que me colman precisamente con la repetición de sus gestos y de sus manías. 

Qué grato es un amante que sabemos cómo va a besar y dónde va a morder, de qué modo acariciará nuestro pelo. Qué placentero aspirar su olor y sentirte como en casa.  

domingo, 15 de julio de 2012

De compras

Los momentos veraniegos se ampliarán en Madrid a partir de hoy, al añadir una nueva actividad al ocio, las compras, ya que la nueva ley de la Comunidad de Madrid permite a los comerciantes abrir sus tiendas las veinticuatro horas del día si lo desean. Dicen que así se generará empleo. Ahora, pues, habrá turnos diurnos y nocturnos para muchos de los empleados de las tiendas y sin embargo el metro cierra antes. Sí, así es la política absurda de este gobierno que no deja de sorprenderme.

Fabra elogia la ética de su hija como si la disculpa de que sus insultos en el Congreso iban dirigidos a los del PSOE y no a los parados la excusara de su mala educación y de sus peores maneras. El cinismo, la hipocresía, la chulería, la tomadura de pelo nunca fue tan insultante en un gobierno (exceptuando el de Aznar) que nos priva de lo esencial para dárselo a los ladrones que no supieron gestionar y así convencer a Europa, el monstruo que todo lo come y todo lo ve. Imagino a Rajoy robando víctimas inocentes durante la noche para aplacar el apetito de la bestia, para expiar una culpa que muchos no sabemos por qué hemos de pagar. Una deuda moral con un grupo que no se apiada de nadie porque no es momento de risa ni de compasión, hay dinero por medio, prestigio, la posibilidad de un derrumbe.

La ingenuidad que da muchas veces la ignorancia en determinados temas como el económico, en mi caso, a pesar de intentar comprender lo que está sucediendo leyendo la prensa a diario, te lleva a reflexiones como la de hoy. Muchos pueden pensar eso, qué ingenuidad y tontería la del que no sabe que no hay otro modo de salir de esta.Me pregunto, no sé, pienso, por qué no, quizá, invertir en las ayudas a los estudiantes universitarios, a la investigación, a la cultura de este país, a su promoción -y no hablo de fútbol- y quizá así a largo plazo estemos creando una fuente de ingresos más para el país y no todo sea charanga, pandereta y fútbol y quizá unas Vegas a lo provinciano, pequeñitas, para que el señorito vaya con su puta o su señora a disfrutar del juego con un buen puro en la boca, que eso de que el tabaco es malo, bueno, cosas de los de izquierdas, que quieren quitar todo lo bueno, dicen, que son unos agoreros...

No sé cuál es el modo, no sé qué se hizo tan mal para que estemos pasando por esto pero me parece injusto que lo paguen los más débiles y vulnerables: los parados y los funcionarios del estado. Los primeros porque rebajándoles lo que se les daba se les está haciendo creer que era una limosna y no lo merecían. Y los segundos... qué decir de los segundos. Cuando uno firma un contrato de trabajo que incluye unas extras no considera que estas sean un regalo ni una bonificación no merecida, forma parte de su sueldo. La eliminación de la paga extra de Navidad a los funcionarios nos deja con un próximo invierno cruel y anodino en el que muchos no podrán disfrutar de la tranquilidad de unos días en familia. Eso sí, las tiendas estarán abiertas las veinticuatro horas, llenas de luces y regalos para la clase alta y la media que aún quede, no creo que los parados y los funcionarios tengan mucho ánimo para ir de compras ni que la subida del IVA ayude a consumir.


viernes, 6 de julio de 2012

London Fields, London Friends


Un momento veraniego es insólito porque sucede muy pocas veces al año. Solo tres meses, cuatro como muchísimo, de ese calor luminoso en el que las horas duran más de sesenta minutos.

Los momentos veraniegos son únicos como todo lo que sucede pocas veces. La repetición mata la novedad y la pasión, el placer nunca es el mismo cuando una y otra vez queremos hacer lo que nos emocionó un día concreto.

Mi momento veraniego favorito es el de la siesta. Con el mes de julio llega la jornada intensiva, que me lleva a casa de cabeza a echarme en el sofá rojo, donde me dejo arrullar por el sonido del ventilador grande.

El despertar me trae el deseo de dulce y la mala leche inevitables, pero al vivir sola no molesto a nadie. Voy descalza al baño, me mojo la cabeza e intento despertarme. En la cocina me recibe un calor sofocante pues el sol pega a esa hora en el ventanal. Abro el congelador y cojo un Yolado, este año toca esto, en otros ha habido Mini Magnum. Me lo como somnolienta con la tele muy baja y el salón en penumbra hasta que me despierto del todo. Y entonces aún queda toda la tarde por delante… Cuento las telarañas del techo, me pinto las uñas, juego a ver caras en los objetos cotidianos, y así, los dos tornillos paralelos de un enchufe son dos ojillos que me observan. Si salgo al balcón de mi cuarto miro las nubes y escucho los pájaros. El cielo suele ser en Madrid azul intenso en verano pero a veces hay bonitas nubes en las que imaginar hermosos rostros o criaturas amenazantes. Todo es cuestión de imaginación. Qué cantidad de cosas dependen de esta. La propia vida, los momentos veraniegos, no existirían sin imaginación. Si hay algo peor que el aburrimiento son las personas que dicen que se aburren, que no saben qué hacer con el tiempo libre deseado, las horas muertas… Se me ocurren tantos momentos veraniegos que aconsejarles…

Después del balcón o en vez de ese momento puede haber otro que este año estreno, y es el de las clases de natación durante el mes de julio, en las que bailo en el agua y me machaco con pesas de corcho con una profesora que no es la del resto del año y con compañeros de distintos grupos que no conozco. La novedad es que hago el ejercicio sin estar cansada, sin acabar de llegar agotada de un día de trabajo para meterme en agua helada a las nueve de la noche. Son las 7:30. A las nueve estaré en casa dispuesta a organizar una cena ligera para uno con velas encendidas mientras aún es de d o. Lastaón en las que hacemos en caer en la segunda plas encendidas mientars a. A las nueve estar cansada, sina cabar os rostroía, aunque desde que entramos en el solsticio de verano los días empiezan a ser más cortos.

Echo de menos tener compañía. Me gustaría llegar a casa y que me dieran un masaje y un besito en el cuello, comentar el día, darme una ducha abrazada a otro cuerpo, tocar otros pies con los dedos de los míos, despertarme al día siguiente con unos ojos hermosos dormidos a mi lado…

Soy capaz, gracias a la siesta también, de ponerme a leer un libro después de cenar sin caer dormida en la segunda página. Disfruto al Amis de London Fields entre futuras imágenes de un Londres que me espera expectante este verano junto a mi mejor amigo. Los momentos veraniegos tienen mucho de amor y compañía, no solo de onanismo siestero y de abandono, para eso hay muchas noches de invierno.