jueves, 15 de diciembre de 2011

Mitades

La mitad de un caqui, las dos mitades de un melón, tu media naranja, el medio sándwich, media ración, medias tintas, mitad y mitad… Nos pasamos la vida dividiendo y divididos, buscando la otra parte, la que nos falta y nos completaría. Cuando tu amor, tu amigo, tu compañero desaparece o está ausente, una parte de ti –casi seguro la mitad, o más– se va con él y hay que rellenar de nuevo el hueco. Es bonito, sin embargo, que parte de lo que somos, aproximadamente una mitad, permanezca imperturbable, haciéndonos ser nosotros mismos, y que otra vaya cambiando y modificándose con nuevos amores, nuevas amistades, nuevas experiencias, con idas y regresos.


Es más fácil comerse una mitad y no abusar aunque es malo quedarse a medias, las ganas duplicadas, el cabreo seguro. La mitad de una vida es mucho pero queda otra media más para ser otro, tener el perro que siempre quisiste, tener la casa en el campo que a menudo soñaste, encontrar a la persona que te dé lo que siempre anhelaste, que la felicidad dure un poco más de un día y medio.


La mitad de energía, sin embargo, se va con la mitad de la vida, y recuperarla es otra de las nuevas tareas que hay que imponerse una vez se ha llegado a ese punto en el que cualquier paso en falso es una pérdida de tiempo y energía imperdonable. No hay nada peor que malgastar una vida y quedarse a medio camino entre la supervivencia y la felicidad.

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