lunes, 12 de diciembre de 2011

Cuídate de la oscuridad

En domingo todo puede hacerse, desde escribir un relato a leer una novela o ver una película, pero sin salir de casa. Los domingos en la calle puede atraparte la oscuridad, que no es que de repente se haga de noche, sino que de repente es hora de volver a casa y no hay tiempo de reacción hasta la hora en que habrás de levantarte para ir a trabajar al día siguiente. No hay nada peor que llegar a casa tarde y con sueño un domingo, caer rendido en la cama, dormirte y amanecer en lunes sin haber dado a la mente y al cuerpo la necesaria transición de la dicha al horror.


Los domingos por la tarde uno puede hacer mil cosas y ha de hacerlas, caseritas, majas, y si sales volver antes de que te atrape la oscuridad. De este modo, aunque no estemos pensando en que al día siguiente hemos de ir a trabajar, inconscientemente estamos disfrutando de nuestras últimas horas de ocio antes de enfrentarnos a una nueva semana laboral.


Qué es un domingo sin siesta, sin racaneo, sin pereza de sofá, cojo el libro, lo dejo, hago una obrita casera, friego, paso el aspirador, vuelvo al sofá, cojo el periódico, leo el Semanal, abro un catálogo, escribo unas líneas –estas, por ejemplo–, escucho la vida de domingo, que es otra, nada que ver con la aturullada de mañana lunes en la que todos querremos ser otros y eficaces, parecer despiertos y rendir, aunque también salir lo antes posible y meternos en la cama, eso sí, cansados y rotos para que el martes nos pille desprevenidos –por eso es mi peor día de la semana, porque el lunes lo di todo y no terminaba ahí–. Al menos sé que no me podrá atrapar la oscuridad hasta el próximo domingo, en el que quizá la encuentre sin querer. Un cine acabado demasiado tarde, un cañeo que se alargó, quién sabe.

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