martes, 13 de diciembre de 2011

El Dorado

Levantamos un muro entre nosotros y los demás cuando no queremos que accedan a nuestro interior, dolorido probablemente en el pasado, difícil de volver a compartir en el presente. Desgraciadamente, y aunque nos aísle, como queríamos, y no puedan acceder a nosotros, también provoca más miedo. Nos hacemos invisibles a los demás y convertimos al resto en invisibles, y lo que no se ve, y en consecuencia no se conoce, da miedo. El temor provoca entonces muros más altos para aislar a lo desconocido y acabas temiendo el acceso a los demás y de los demás hacia ti.


Los muros y las fronteras entre países acrecientan los miedos y dividen las conciencias. Nos vino muy bien, en un momento dado, que a Europa llegaran de todas partes inmigrantes, mano de obra barata que nos hizo crecer económicamente y de la que ahora desconfiamos y renegamos y a la que nos empeñamos en expulsar o en no dejar pasar, acrecentado nuestro miedo a lo desconocido, a lo nuevo, con la crisis.


No nos limitamos a imponer duras leyes anti inmigración sino que levantamos más y más barreras y creamos campos de refugiados de los que nadie quiere hablar. Seres humanos que viven a la intemperie, seres vivos como nosotros que no tienen un trabajo –por supuesto– ni un sitio donde protegerse del frío y reponerse del cansancio.


Hay personas que llevan años en tierra de nadie sin poder entrar en la tierra que pensaron prometida –el Dorado– y no pueden regresar a su país, donde les espera la muerte segura. Y nosotros seguimos levantando muros y observando impávidos su sufrimiento, escudándonos en unas leyes deshumanizadas que nos queremos creer –“no cabemos todos aquí, ya nos gustaría”, te dicen– para dejar morir a seres humanos que están a dos pasos de nosotros y que por buena o mala fortuna nacieron en otro país pero ríen, llora, comen y beben como nosotros.


Tenemos una tragedia humanitaria a las puertas de nuestra casa, del país civilizado que creemos que somos pero ponemos un muro, no queremos verla, y el sufrimiento psíquico de estas personas es insoportable, atroz, permanente, y lo seguirá siendo si alguien no lo para, ellos que creyeron que al llegar a nueva tierra estaban a salvo y no sabían que empezaba lo peor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario