jueves, 29 de diciembre de 2011

Fantasía en la oscuridad

Hay directores de cine que valoro por su trabajo y analizo objetivamente. Otros son mi debilidad, e independientemente de lo que hagan me fascinan cuando están detrás, sean productores, directores o guionistas, su sello va a estar ahí, su toque se percibirá desde las primeras escenas, desde la propia presentación.


Después de ver El laberinto del fauno me quedé impactada con Guillermo del Toro, pero ha sido con Don’t afraid of the dark con la que he sentido que realmente algo muy fuerte me unía a su visión del mundo y con la que he percibido lo oculto que hay detrás de la fría y aparente realidad que vivimos, un más allá o más acá que perturba y atrae como no lo podrá hacer jamás la realidad pura y dura. Por eso existe el terror, las leyendas, los seres extraordinarios, porque explicar el mundo tal y como es y vemos es muy aburrido, había que creer en algo más.


La historia en la que Guillermo del Toro participa como guionista, inspirada en la serie de los 70 con el mismo nombre, no es un gran misterio ni pretende romper moldes y ser novedosa y original en el argumento, aunque posea todos los componentes que podían atraer al cineasta y que constantemente llenan su obra. El desarrollo de la trama, la luz, el color, la fotografía y la estética enmarcados en una estructura sencilla y reconocible pero adecuada a la trama, hacen que se disfrute de la película sin percibir el tiempo pasado frente a la pantalla, sin sentir más que el sentimiento de la propia protagonista, una niña prodigiosa en el papel, con la que nos sumergimos en el temor infantil a la oscuridad pero no a lo sobrenatural y con la que simpatizamos inmediatamente. Sus pucheros y la expresividad de su rostro la hacen más frágil y más creíble, el sufrimiento innegable.


La película es un cuento de hadas terrible, al modo de los de los hermanos Grimm o de Andersen, que no acaba bien porque no puede ser de otro modo tal y como está planteada la trama, pero cuyo final, como en todo buen cuento de hadas, posee luminosidad a pesar de la maldad y las pérdidas de seres queridos. Se respira ese continuar de la vida positivo y deja de manifiesto la existencia de la magia, que es inexplicable y que nos rodea desde tiempos inmemoriales. Saberlo tranquiliza, a mí al menos.

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