viernes, 9 de diciembre de 2011

Europa, Europa

Me gusta Europa. En realidad, adoro Europa, la Europa que yo considero como tal: la historia –incluso la retorcida y triste. Qué somos más que parte y consecuencia de una historia, para bien o para mal–, la variedad cultural, la elegancia incluso en la decadencia, la alegría, el espíritu, la visión del mundo.


Me gusta, y mucho, el carácter inglés y todo lo inglés, qué le vamos a hacer, algunos son más francófilos o simpatizan con el carácter mediterráneo del sur de Italia o Grecia. Yo no, a mí me gusta el clima inglés, su ironía en el sentido del humor, sus cabinas de teléfonos, sus autobuses de dos pisos –ya casi no–, su carnaval en agosto –el Notting Hill luminoso–, sus mercadillos, su música –la mejor del mundo–, su pronunciación, su té, su saber estar constante sin dejarse llevar de lo que hagan los demás alrededor, su independencia. Y sí, de nuevo se desmarcan en los acuerdos con la UE y, en el fondo ufanos, piden un referéndum para no ser europeos, no necesitan el apoyo de nadie para sentir su identidad –a diferencia de nosotros–.


La España paleta, provinciana y cabizbaja ha intentado ser Europa desde que está en la UE y equipararse a otros países que sí han sabido saldar sus cuentas y llevar su economía como había que hacerlo. En este país de impostores y ladrones nos hemos subido al carro y ahora no aguantamos en él. Los ingleses piden, exigen y si no, se desmarcan y su personalidad no se ve alterada, al revés, con más orgullo conducirán por la izquierda, lo contrario que el resto pero sin complejos de inferioridad ni Mister Marshalls que valgan.


Lo que más me gustaba de Europa era cuando cada uno era como Inglaterra e iba a su bola y mantenía su personalidad. La globalización me despierta del sueño de ir de mercadillos en Londres, que ya se imitan aquí, o a París a una exposición que ya vendrá a Madrid en breve. Lo que siempre será único, por mucho que quieran globalizarlo todo, partiendo de la economía y el euro y terminando en la expulsión de esa inmigración oscura que no gusta nada, es el carácter de cada uno de los países que conforman el continente.

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