lunes, 19 de diciembre de 2011

Del amor al odio

Dice Punset en uno de sus ensayos que no es lo contrario al amor el odio, sino el desprecio.


Aparentemente nadie te confesaría su desprecio por un ex o por su pareja, a la que ya no ama, pero sucede. Cuando se deja de amar, lo que era el otro se difumina hasta que cualquier cosa que haga es motivo de réplica, queja o crítica.


El desprecio no se da solo en el desamor sentimental entre parejas, sino en el desamor con los demás, conocidos o no. Despreciamos a los otros cuando hacen cosas distintas a las que haríamos, cuando hablan un idioma que no entendemos o que nos chirría, cuando se expresan en un tono distinto al nuestro, cuando no sonríen y a nosotros nos gusta la gente que sonríe, o al revés, cuando sonríen demasiado para la seriedad que deseamos de las personas a las que tratamos, la misma que tenemos nosotros cuando hablamos. También cuando alguien viste diferente o tiene el color de la piel más oscuro de los deseado, incluso si es muy claro, tipo albino, es raro y tampoco nos gusta. Cuando... lo que quieras.

Todo es motivo de crítica si nos empeñamos, sobre todo si nos empeñamos en ver las diferencia como algo negativo y no positivo, enriquecedor, complementario, que curiosamente es lo que nos lleva a amar precisamente a quien pensábamos que nunca amaríamos al ser tan diferente a nosotros. Son muchas veces las diferencias las que nos atraen y no las similitudes.

Hay tanto para despreciar en una persona como lo hay para amarla. Es cuestión de actitud y de intentar ser positivo. Y buena falta hace.

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