domingo, 4 de diciembre de 2011

Carne de dios

De Carnage -carnicería- a Un dios salvaje median la distancia y el impacto. Preferiría ver una película con el primer título más que con el segundo, aunque tampoco le haría ascos a una que se titulara así, siempre me han gustado los dioses que se portan mal, los buenos no me los creo.

Hora y veinte minutos después de haber entrado en la sala salí del cine con la sensación de haber visto una excelente comedia de Polanski con un toque de ironía y exageración que me gustan y que de nuevo hacen a este director el rey de los que saben meter el dedo en la llaga y extraer lo que estaba delante de nuestras narices sin que nos diéramos cuenta, o sí pero no nos parecía importante.

Como en la literatura, en el cine también es un don saber sacar partido de lo cotidiano y de un hecho aparentemente simple. No hay que narrar un gran drama histórico ni la vida de un personaje único para que la película sea aclamada y obtenga el beneplácito del público. Los grandes temas están en las pequeñas cosas. En este caso, detrás del título Un dios salvaje hay una operación de marketing al querer hacer más épica la película, creyendo que poniéndole el título de la frase que uno de los personajes -Christoph Waltz en concreto- dice a otro se conseguirá que así suceda. Carnicería habría sido el título perfecto, el que Polanski le dio por algo, pues es lo que acaba siendo una reunión de dos matrimonios educados y pacíficos hasta el extremo, que se han reunido para hablar de la solución a un conflicto sucedido entre sus hijos.

Me gusta el Polanski crítico, hiperbólico y algo histriónico que la película muestra, el que basándose en una historia sencilla y aparentemente banal llega a construir una trama brillante con final feliz. Hay que verla y reírse y pensar después en el gusto que da el buen cine, el que se pasa volando y no te deja indiferente.

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