martes, 20 de diciembre de 2011

Hablar bien

Escribir unas líneas cada mañana tiene la magia de poder verse uno mismo pasado el tiempo a través de lo que se ha escrito sobre tal o cual tema. Si hubiera una memoria para las frases de los políticos que nos representan, un espacio solo destinado a sus frases y lindezas para que fueran guardadas y nunca olvidadas, seguramente no estaríamos donde estamos.


Hablar bien es muy importante, y con ello no me refiero a hablar sin equivocarse, que también, sino a hablar con convencimiento, inteligencia, argumentos y un discurso coherente y ordenado. Las intervenciones de ayer de Mariano Rajoy en el Congreso fueron las de un alumno aplicado con poca imaginación y creatividad. Da mucho miedo y reparo cuando estás acostumbrado al humor inteligente y a las reflexiones atinadas, escuchar al líder de un partido político que ha ganado unas elecciones y te va a representar, hablar tan mal, con la pausa falsa, impostada, que obviamente no indica meditación o duda antes de continuar con el discurso, sino poca labia para expresarse, poca soltura e improvisación, y como el antiguo Aznar, mucho tono ofensivo y chulería paleta, viejuna, de la que le gusta a la derecha que le ha votado.


Hablar de hablar bien, con convencimiento y honestidad es, sin embargo, anticuado, no procede. Cuando lo comentas como algo positivo no todos te entienden y pocos son los que una vez se lo explicas les importa.


Con la eliminación de los lunes festivos que pasan al fin de semana no sé si nos pareceremos más a Europa, pero ya puestos nos podríamos parecer en inteligencia en los discursos, en el número de librerías por metro cuadrado –es vergonzosa la diferencia, por ejemplo, de Madrid con otras ciudades europeas– o en el ansiado horario laboral continuo que no te haga perder dos horas para comer.


En fin, que escribir me da una perspectiva de mí misma, y sin duda escuchar con atención lo que dicen y cómo los políticos, una mucho mayor de la sociedad en la que vivo.

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