sábado, 24 de diciembre de 2011

Los regalos a uno mismo (II)

Hay formas y formas de comprar, y en Navidad hay muchísimas. Y al igual que hay muchas formas de regalar hay muchas formas de envolver esos regalos comprados.

En algunas tiendas se esmeran en ofrecerte el paquete perfecto, con la pegatina más original y el lazo más bello. Delicado, fino, sin excesivos brillos y esas horribles etiquetas de “Felicidades” que aún usa El Corte Inglés, anticuado y vintage gran almacén donde los haya. Pero en otros invierten en el envoltorio y si no tienen mucho tiempo introducen en la bolsa de tu compra otra bolsita en la que tú mismo podrás depositar el regalo. Si quieres adornarlo con moñita o lazo ya depende de ti.

Me encanta poner todos los regalos comprados encima de la mesa del comedor, hacerme con papel de celo, de regalo y tijeras y empezar a envolver. En un cajón tengo los añadidos de todo tipo, unas campanitas, moñitas, lazos de colores y grosores distintos, pegatinas con motivos navideños que pueden representar una cajita minúscula de regalo o un bastoncillo de rayas con un muñeco de nieve. Los detalles son importantes, más que el propio regalo, y esto también lo aprendí de mamá, que era única a la hora de presentar los regalos el Día de Reyes. Recuerdo el mejor año, el del cochecito con el muñeco, para el que cosió un colchón con sus sábanas y su manta, todo hecho por ella misma, y seis volúmenes de la colección de los libros de Celia, atados con un lazo rojo o azul, no lo recuerdo, sobre papel transparente.

Los años van pasando y los Reyes cambian. En estos últimos, al levantarme no hay nada en el salón, aunque siempre he albergado la secreta esperanza de que un día apareciera algo entre los cojines del sofá, donde se supone que el Rey Baltasar me ha dejado algo, pero enseguida me preparo para ir a casa de mis padres a recibir lo que allí sí sé que hay.

Una sana costumbre que recomiendo y hago desde hace tiempo es regalarse a uno mismo, un día cualquiera, no tiene que ser por estas fechas. Así pues, si una tarde de compras te haces con un libro bonito, no lo pagues únicamente y te vayas, pide que te lo envuelvan para regalo y al llegar a casa ábrelo, valora la compra, aprecia el detalle contigo mismo. Puede sonar absurdo pero funciona, es hasta emocionante. Hay un capítulo de Mr. Bean al respecto una mañana de Navidad con un osito de peluche. Pues eso, que mola, y nadie lo va a hacer por ti. Felices fiestas.

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