miércoles, 7 de diciembre de 2011

El puente interminable

Ahora que se hace casi de noche a las seis de la tarde trabajar da menos pereza. Con el buen tiempo y los días más largos estar encerrado en la oficina resulta impensable después de haber disfrutado de un fin de semana largo o de un día festivo suelto, en mitad de la semana, de esos que nos gustan tanto.


Me gustaría poder quejarme pero no debo. Muchos ven anochecer desde sus cuartos oscuros, los de sus casas o sus vidas, o pateando la calle en busca de empleo, aunque los hay también –Spain is different- que se van de puente. Crisis, crisis, pero estos días no está trabajando ni Dios. Cuando esta mañana he salido del metro en la zona norte de la ciudad, la niebla y las pocas personas daban a mi día un ambiente de pesadilla que me introducía perfectamente en lo que se avecinaba minutos después, la mesa de oficina, el ordenador, lo nada guay que es trabajar en una agencia de publicidad en la que nunca depende de ti ni de tus jefes ni tan siquiera de algo razonable que salgas a tu hora.


Recuerdo que durante unos meses en los que me iba a las siete en punto, en cuanto cumplía el horario –sin contar que llego antes y parte del mediodía, de las estúpidas dos horas para comer, lo dedico a seguir currando-, la mayoría de las personas que trabajan en mi planta se quedaban en sus asientos y me sentía una afortunada por poder salir a mi hora. Sin duda lo era, como ahora por tener trabajo y salir más o menos a mi hora, pero ellos también, pues esos que se quedaban sentados lo hacían para tontear con el periódico, leer su correo personal o decir alguna chorrada en Facebook. Y es que en España sigue estando mal visto salir a la hora convenida y se alarga el tiempo, se remolonea por las mesas, no vaya a ser que alguien se tome a mal tanta honestidad. En otros países –sí desarrollados en este sentido- si te quedas más tarde de tu hora durante una racha acaban preocupándose tus jefes y preguntándote si tienes algún problema para acabar tu trabajo en el horario convenido. Así es, en fin, unos tanto y otros…


Ahora, ya noche, me puedo sumergir en el aburrimiento, tomar una copa, merendar, ir al cine, dormir… tan oscuro el cielo que me encuentro perdida pero salvada en una oficina que me resguarda del exterior, más inhóspito para los que lo ven desde casa y esperan que amanezca de nuevo en este país que se fue de puente y aún no ha vuelto.

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