sábado, 3 de diciembre de 2011

Hay que elegir

Volví de mi viaje cargada de libros y experiencia. En los libros encuentro sabiduría y vida, y archivo lo aprendido en la memoria, generalizo desde la anécdota de la trama aplicando lo leído a mi propia vida, al momento presente de la humanidad. Eso es lo que diferencia a la literatura de lo que solo son historias vacías, las que no te permiten ampliar lo aprendido y trasladarlo a tu vida.

Los pensamientos también los voy guardando en una caja junto a lo que sucede en los diarios que, dicen, son el reflejo de lo que pasa fuera de nosotros y de nuestras vidas, en la realidad. Me gustaría, sin embargo, que hubiera un diario de lo que les pasa a las personas por dentro. Lo leería fielmente cada mañana para saber a qué enfrentarme y saber por dónde van los tiros. Podría ser semanal, no me importaría, pero que alguna publicación te guiara. Imagino que lo más parecido y lo que te puede hacer sacar conclusiones en este sentido son las redes sociales, en las que puedes ir leyendo lo que al instante está pensando, visitando o viendo el mundo que te rodea. Twitter, Facebook y todo el resto de espacios virtuales que cada vez son más cercanos y se alejan más de la simpleza de describir tu estado actual y decir me gusta o no me gusta a fotos, sentencias y otras banalidades que los “amigos” han colgado en la página en cuestión. No obstante sí creo que leyendo uno tras otro a los que participan en estos saraos virtuales podemos saber más de los demás de lo que creemos. Supongo que las urnas y las elecciones generales son un buen momento para el baremo y saber qué sucede, pero siempre me pilla de sorpresa a pesar de intuir internamente el resultado.

En los días previos a las elecciones generales nadie hablaba en su perfil virtual de cambios ni de política excepto aquellos que realmente querían comprometerse a cambiar las cosas para todos, y no eran muchos. Los demás se iban por las ramas, y los temas fundamentales eran otros, demasiada tristeza y paro acumulados, demasiadas pocas esperanzas personales y sociales.

Hablas, opinas, escuchas y te comunicas, la mejor forma de saber de verdad lo importante, que no es más que lo cotidiano. A muchos les importa el futuro de los demás, la injusticia social y ese es el fin de la existencia que les espera y quieren, pero la mayoría busca instintivamente cubrirse las espaldas aun cuando sean mucho más infelices. ¿Habrá que elegir entre la felicidad y el preocuparse solo de uno, sin mojarse, sin intercambiar pareceres? Creo que sí. A estas alturas y con lo que está sucediendo, de nuevo el mundo patas arriba, el mensaje es claro, preocuparse solo de lo material y del bienestar propio no da la felicidad. Estabiliza, centra en el atontamiento, hace que dejes de pensar y de preocuparte, pero eso no es la vida y es muy poco humano.

Lo que oímos con el mar de fondo es lo que nos gustaría que fuera y finalmente no es. En el silencio se escucha mejor a los demás pero el ruido y la banalidad nos atraen como a un niño un dulce, no puede evitarse. Es lógico que haya ganado la derecha.

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