sábado, 7 de abril de 2012

Palabras no solo

Duda entre la "a" y la "i". Finalmente con la ge y la primera vocal hace una palabra de cuatro letras que le da más de veinte puntos. Su oponente es un tal Agudo que ya le ha ganado cuatro o cinco veces. Forzada intimidad que los une a través de sus pantallas táctiles de dedos marcados y teléfonos inteligentes, más que la mayoría de los dueños.

Cree conocer más a Agudo que a muchos de los tipos con los que ha salido últimamente. No espera el siguiente movimiento, el del otro, y se pone la ropa para ir a correr, necesita airearse.

Sube por la cuesta del Ángel Caído, lleva solo veinte minutos trotando y se le hace más difícil que otras veces. Siempre se le resiste, pero cuando llega a la fuente, alrededor de la cual se deslizan los patinadores, se siente única, invencible, feliz de nuevo del esfuerzo que merece la pena.

Es solo un segundo. Escupe entre el sudor y al levantar la vista sus ojos se cruzan con los de él. Va demasiado deprisa para ella, tendrá que aumentar el ritmo si no quiere perderlo de vista. Siempre tiene la sensación de que es la más lenta y de que todos la adelantan. Olvida a los que no ve correr detrás de ella, pero si girara la cabeza los vería, siempre hay alguien que va por detrás de nosotros y que si pudiera nos alcanzaría.

En una recta consigue ponerse a su altura y le grita: "¡Aleteo!". Casi no puede respirar. Él sonríe y entre el resuello contesta: "¡Melaza!". Es él, es Agudo, la zeta de melaza que le dio el triunfo en la primera partida, cómo podría olvidarla.

Se apresura en volver a casa, y tras los estiramientos y la ducha responde con sus dedos zalamero a la última jugada de él -los zas compartidos y enredados- que ya duchado también y aún sonriente observa la pantalla esperándola a ella, a sus letras, mas que nunca.

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