jueves, 26 de abril de 2012

En otro tiempo, hace ahora...

A veces basta un gesto o una frase para que el día cambie completamente, y si deseábamos que terminara para poder volver a dormir, de repente queremos seguir despiertos para compartir y disfrutar de las novedades que en ese momento nos hacen más felices.

Hay tantas cosas que nos endulzan los días... Me gustan esas que son solo una mirada o un roce que permiten que nos transformemos de oruga a mariposa. La primavera trae dulzuras, lo sé, lo presiento. A pesar de las revueltas sociales y de lo que tiene aún que venir por parte del gobierno que nos indigne todavía más, y de lo que me voy a agotar recorriendo las calles llenas de protestas, intuyo que me esperan cosas buenas, malas ya han sido demasiadas, aunque siempre puede ser peor. Es tan fácil que sea peor y tan sencillo también que sea mejor. Tan aleatorio, en definitiva, sea lo que sea. La alegría o la desgracia, las buenas noticias o las malas, al acecho quién sabe dónde dispuestas a saltar sobre nosotros cada cierto tiempo, para romper nuestra rutina querida de la que echamos pestes también cíclicamente.

Tenemos deseo de cambio y añoranza del pasado, cuando las cosas estaban de un modo concreto. Del futuro solemos temer lo malo que pueda traer pero al mismo tiempo lo esperamos con gusto porque eso significa que avanzamos. A veces me gustaría parar el tiempo y quedarme en un momento concreto, que no sería este, claro. Me gustaría poder elegir ahora unas vacaciones en alguno de los tiempos que tuve: un verano en Caños, un aniversario en Berlín, una casi madrugada esperando a un avión que me traía la vida. Hay muchos lugares en los que reposaría estos días que fueron más amados y afables que los actuales, que me tuercen el gesto y me cambian el ánimo y me amargan por dentro tontamente.
No voy a dejarme.

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