viernes, 1 de marzo de 2013

HISTORIAS DE MUJERES


Primera historia: Quince años

Intento acordarme de qué hacía a los 15 años y cuántos placeres y disgustos tuve que vivir y sortear. Me complace no poder recordar exactamente qué hacía el día que los cumplí porque uno ese año con el anterior y quizá con el siguiente. Una sucesión de dichas, en general, aunque rotas a menudo por la rigidez de mi padre.

No me vienen a la mente enormes sobresaltos ni disgustos difíciles de olvidar, esos vendrían años después. Y por lo que recuerdo, tardé en hacerme mayor, algo que ahora todos los psicopedagogos recomiendan, alargar la edad infantil y la ilusión en los niños. Seremos muchos años mayores, por qué adelantarlo. La inteligencia emocional se disfruta más en un ambiente confiado y placentero, el que da la infancia. El pensamiento cristiano de que hay que sufrir para aprender está pasado de moda, afortunadamente.

Una niña de quince años es acusada de provocar y disfrutar su propia violación, perpetrada por su padrastro, en las Maldivas. La condenan por haber mantenido relaciones sexuales consentidas antes del matrimonio y además su violador mata al bebé que nace después del ataque. La condenan a 100 latigazos que puede recibir ahora, si lo desea, y serán ineludibles en cuanto cumpla dieciocho años.

Esta es una historia del siglo XXI que, aparte de una condena unánime por parte del mundo civilizado no va a ir mucho más allá. Continuamos recibiendo estas espeluznantes noticias y aún hay políticos (hombres) que cuestionan la violencia machista considerando que la violencia es violencia a secas ejerza quien la ejerza sin contar desde dónde y hacia quién. 

Si bien esto es cierto (de Perogrullo, añadiría), hay que detallar y profundizar en los hechos más perturbadores y en el abuso de los más débiles, y denunciarlo de un modo especial, y más cuando hay unos Derechos aprobados por las Naciones Unidas que igualan a los hombres y a las mujeres en derechos y libertades.

No entiendo de jueces ni de leyes. Lo justo, y nunca mejor dicho. Por eso no concibo que esto pueda estar sucediendo en el mismo mundo en el que yo vivo. Sé que no debería irme a un caso tan extremo. A diario, y en mi propio país, se cometen abusos y crímenes contra mis compañeras y sin duda también hacia los hombres, sí. Pero una mujer, un niño y un animal son seres más débiles físicamente ante un hombre, y cuando de fuerza bruta se trata es difícil hablar de igualdad. Tenemos otras cualidades mucho más importantes, no me preocupa no ser tan fuerte como un hombre desde un punto de vista físico. Pero lo que no podemos tolerar es que esa fuerza sirva para humillar y apalear al más débil. El 8 de marzo y cada día previo y posterior es un paso más para avanzar en la igualdad de género. Pongamos todos de nuestra parte y no digamos tonterías, hombre.

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