domingo, 3 de marzo de 2013

HISTORIAS DE MUJERES

Tercera historia: Un viaje sin vuelta


Ella era la mayor de seis hermanos y su madre se ganaba la vida vendiendo fruta. Con solo 17 años tuvo la oportunidad de salir del país en el que vivía, asolado por las guerras y el infortunio y viajar hasta Pekín, a los Juegos Olímpicos en los que participaría.

Samia Yusuf Omar no ganó medallas. De hecho fue la última de las corredoras en terminar la prueba de 200 metros. Pero ella estaba feliz. Había conseguido, con tan solo diecisiete años, representar a su país en unos Juegos Olímpicos rodeada de los mejores atletas del mundo. Para ella fue una prueba superada.

Valiente, luchadora, tenía que sortear en Somalia, algunas mañanas, las calles bloqueadas por el ejército o las milicias, para ir a entrenar. Tuvo que soportar golpes e insultos degradantes de los milicianos fundamentalistas.  Ella misma declaró: “Los somalíes creen que las mujeres que practican deportes son unas degeneradas”.

Cuando llegó a Pekín su sueño se hizo realidad y se olvidó por unos días de una terrible dieta de agua y pan y de dormir hacinada en un cuarto con otras personas. La vuelta a Somalia la devolvió a la cruel realidad y decidió probar suerte en Italia a borde de una patera que salía de Libia. Su madre vendió un pequeño terreno para pagarle el pasaje. La patera naufragó y Samia se perdió en el mar en la búsqueda de un sueño.



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