domingo, 17 de marzo de 2013

Why do you do?

Hoy es un buen día para escuchar a Sidonie, mientras veo caer la lluvia de la primavera que ya se huele en los días más largos y en la luz inconfundible de primera y última hora. El almendro de Atocha con Moyano está maravilloso este año.

No hace frío para correr, así que salgo bajo la lluvia. Los días de lluvia valen por dos en esto del "running", pero yo lo prefiero. No sufro, no protesto. Intento una nueva forma de correr y creo que funciona. Me relajo, corro, escucho a Sidonie en 180º de Radio 3 y me emociono tanto que al llegar a casa lo pongo en Spotify, donde los escucho de nuevo mientras escribo. Me quedo horas hechizada.

Desde mi nuevo portátil veo distinta la realidad. Aún no tengo el Mac tan deseado pero podré enamorarme de este, es cuestión de tiempo. La historia con mi nuevo PC es como la de un matrimonio concertado. Es un buen negocio, útil, una buena inversión, pero no hay amor aún. Surgirá. El amor verdadero quizá para dentro de otros cuatro años, ese Mac ligero que sin duda algún día tocarán mis dedos.

La mañana con Sidonie me anuncia tres días de fiesta e intimidad. Es suave el fin de semana en el que entro a pesar de la brutalidad de la semana. Llegas a estar con esos desconocidos como alimañas como en tu propia casa, y cuando realmente llegas a ella te parece imposible la paz y esa serenidad que solo los días de lluvia tienen.

Todo esto lo escribí ayer por la mañana. Hoy es domingo y saboreo un café (soluble, me quedé sin el habitual ayer) y ya no llueve pero lo ha hecho. Está siendo un fin de semana intenso de lecturas nuevas, de iniciativas, de ideas y de proyectos. El aprendizaje del inglés empieza a ser una realidad. Ayer tuve mi primera tarde de intercambio. Acudí al café que me recomendaron como uno de los más interesantes para hablar con otras personas en inglés. Fue un bonito primer capítulo de una serie, me sentí como un personaje de Cheers, quizá como Fraiser cuando llega por primera vez al bar. Bueno, estoy exagerando. Voy a contarlo bien.

Entré en el café-bar y estaba medio vacío. Junto a la puerta se veía una mesa con libros en inglés y a la izquierda una bonita estantería con más títulos. A la derecha y al fondo, la barra, donde un camarero fuerte de ojos claros y barba me saluda y me pregunta en inglés qué quiero tomar. Me siento en una de las sillas de la barra. Detrás de mí hay tres mesas bajas con sillas. En una de ellas, una pareja joven charla en inglés. Ella habla bastante bien. Al fondo, en la tercera mesa detrás de mí, una madre y su hijo leen una revista y un libro respectivamente. De vez en cuando se dicen algo en inglés. Son turistas porque al salir preguntan al camarero donde ir "de tapas".

La luz del local es bajita y la música que suena, muy buena. Por el acento del camarero, que habla con otro inglés acodado en un extremo de la barra, deduzco que es británico. A mi lado hay un chico enfrascado en la lectura en inglés de un libro de Stephen King. De vez en cuando subraya alguna palabra. Parece español. Me pregunto si será fácil entender a King en inglés. Le pregunto al camarero cuándo son los días de intercambio. Lo sé pero quiero confirmarlo, no estoy segura al cien por cien. Me dice lo que espero. Hoy sábado, precisamente, a partir de las 8, es uno de los días.

 Al ratillo, y mientras leo David Copperfield en inglés en mi ebook, entra una pareja con una niña pequeña. Piden brownies, muffins y cafés. Yo sigo con mi cerveza a un euro. Al cabo de unos veinte minutos se me acerca la chica que ha entrado con su hija y su marido y nos ponemos a hablar. "Así que de este modo funciona", pienso. Y me encanta. Me dice que es mexicana, que lleva cinco años en España. Está estudiando en la Carlos III una carrera de Empresariales pero necesita mejorar su inglés. Nos contamos las vidas -en inglés-. Habla mucho mejor que yo pero nos entendemos bien. Es simpática y divertida. Nos damos los teléfonos para otro día. Se va a otro extremo de la barra para hablar con el inglés amigo del camarero, al que entiendo muy bien.

Me doy la vuelta en el asiento y veo que el español que leía a King ha cerrado el libro y está hablando con un chico de aspecto inglés que me incluye inmediatamente en la conversación. El juego ahora es otro. El chico español (David) y  yo hablamos en inglés, mientras el inglés (de Manchester, profesor universitario de filología inglesa) habla español y se interesa mucho en que yo haya dado clases de español. Saca la lengua y me pregunta en qué parte del paladar tiene que ponerla para pronunciar correctamente "perro". Le sale algo así como "pego". Practicamos. Yo digo "perro" y él dice "pego", que después pasa a "pergo" y que acaba pareciéndose bastante a la doble erre española. Tengo una sensación de estar viviendo una historia surrealista que me encanta. Creo que nunca ha sido tan fácil entablar conversación en un bar con la gente sin estar borrachos todos.

Nos enfrascamos, pues, en una interesante conversación sobre idiomas y técnicas de estudio en España e Inglaterra. El inglés se va y me quedo con David, el español, que me enseña las herramientas que se ha bajado para aprender el idioma en el iPhone. Me anoto algunas que no conocía. Tiene más nivel que yo aunque no lleva demasiados años estudiando. Ahora está desesperado. Si no aprueba un examen internacional para trabajar en determinados países del sur de Arabia y de Australia no podrá trabajar. En breve lo echarán del colegio privado en el que enseña. Le falta inglés y el futuro de la enseñanza del idioma en este país es pésimo. Antes, por un horario nocturno ganaba 1.200  euros. Ahora, 600. No puede vivir con 600 euros Me da un par de direcciones más donde se puede hacer intercambio. Él va después a otro bar que está también por el centro. Pienso si animarme pero estoy ya cansada. Quedamos en vernos pronto, si no es en este café-bar en el otro del que me ha hablado. Nos anotamos los horarios con interés.

El local se ha llenado. En la parte del sótano, a la que bajo pues es donde están los baños, las paredes están forradas de estanterías que llegan hasta el techo de libros nuevos y de segunda mano en inglés a muy buen precio. También te dejan leer en el local, aunque creo que solo los de arriba. Aquí puedes quedarte horas, el sótano está vacío, huele a humedad y la luz es muy acogedora. Los ejemplares me miran mudos desde los estantes esperando a que los coja pero no saben que no los entenderé muy bien, y eso me da cierto reparo. Los admiro. Veo a Mankell, a Shakespeare y a Roth en uno de los rincones más oscuros, tentándome para que los ojee. Por hoy ha sido suficiente. Estoy cansada y llevo casi dos horas hablando en inglés. El fin de semana está siendo perfecto.

Have a good weekend!

1 comentario:

  1. Leí tu "post" hace tiempo, pero hasta hoy no he podido comentarte porque mi móvil no me deja. Así que, desde el portátil, cómodamente, te digo:
    Ese sitio debe de ser genial o lo cuentas muy bien ;)
    Al final, la mejor manera de aprender un idioma es de la forma más pragmática posible, perdiendo el miedo escénico y representando un gran papel. Al fin y al cabo, creo que manejas completamente un idioma cuando te reconoces en él mientras oyes cómo sale tu voz, cuando dejas de pensar "puf, qué vergüenza me da".

    Anuski.

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