jueves, 23 de agosto de 2012

Ábrete de piernas


Dice un congresista norteamericano del partido republicano que si una mujer quiere, puede “bloquearse” ante una violación y de este modo no quedarse embarazada. Así pues, entiendo que las mujeres violadas que se han quedado embarazadas “se han relajado” durante el acto y por ello han de tener el bebé. Se trata de lo que el congresista llama “violaciones legítimas”, las que no suelen acabar en embarazo. Vamos, que en general es difícil que ocurra. Y si ocurre, por supuesto, no se debe abortar.

La mente enfermiza unida a una profunda ignorancia y un pensamiento pacato, conservador y religioso dan como resultado este tipo de declaraciones. El castigo a la mujer preñada es haber sido “lujuriosa” y haber relajado los músculos vaginales en vez de “cerrarse” con todas sus fuerzas. Curiosamente, en contradicción con las palabras del congresista, el principal consejo ante una violación es relajarse para hacerse menos daño a una misma, ya que si te resistes el dolor y la agresión es mucho mayor, ¡pero ojo, no te quedas embarazada! Vaya, qué bien.

La verdad es que de ser cierto se trataría de un eficaz método anticonceptivo aunque no podríamos disfrutar del sexo, pero eso qué más da, somos mujeres. Me pregunto cómo es posible que las santas esposas que se casan con estos señores republicanos, para los que disfrutar del sexo aun dentro del matrimonio es reprochable, se queden embarazadas. ¡Ah… entonces es que han disfrutado! ¡Serán guarras!

Pobre ignorancia conservadora, qué necesaria la reeducación. No hay que irse tan lejos para escuchar declaraciones como la que acabo de describir. Baste recordar las últimas y aberrantes sobre el aborto del más “progre” de los peperos, el Ministro de Justicia Gallardón, que considera que los proabortistas somos unos insolidarios con los minusválidos al defender la interrupción del embarazo para no hacer sufrir a un futuro bebé que va a sufrir dolor mental y físico infinito o que ni siquiera va a enterarse de estar vivo. En cualquier caso, me pregunto, ¿no somos nosotras, las afectadas, las que hemos de tomar esa terrible decisión?

Nunca me engañó, siempre supe que detrás de esas declaraciones de sus lecturas y de sus aficiones culturales había un reprimido mental en toda regla. Deberían crearse centros especializados para los tarados emocionales en proceso de curación. Se les enseñaría historia, ciencia, medicina, ética, etc. Desaprenderían trabas, errores y dogmas de sus respectivas religiones, como por ejemplo, que el que un obispo sea gay no es malo, pero sí que viole a menores y mujeres adultas. Y una vez “educados” podrían volver a la sociedad.

No deben estar sueltos. No se trata de tener “opiniones” diferentes ni de coartar la libertad de expresión. Las decisiones que estas personas tienen en su mano acarrean consecuencias serias, muy graves, para una sociedad avanzada, la del siglo XXI, en la que las mujeres ya no cerramos las piernas cuando nos lo ordenan ni las abrimos por obligación, ni apretamos con fuerza los músculos si no es para denunciar el abuso machista de una parte de la sociedad.

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