sábado, 3 de marzo de 2012

El pequeño Blas

El pequeño Blas es un perrito schnauzer que me acompaña este fin de semana pues sus dueños han salido de Madrid. Lo cojo en los brazos, y como un bebé, agotado del día emocionante, se me duerme de repente, cuando ha estado jugando hasta hace un segundo clavándome sus dientecitos como alfileres.

Este pequeño Blas es muy turrero y no llega a los cuatro meses, así que por la noche, en una casa ajena que no conoce, le da miedo la oscuridad del dormitorio y no quiere dormir solo en su cestita. Lloriquea ante el futón donde me hago la dormida para que él también se duerma y del que se ha bajado durante la tarde con soltura como de un tobogán por el edredón, ya que le queda bajo. En la oscuridad, sin embargo, no se atreve a hacer nada y llora suavecito. Lo cojo y lo subo y pienso que a mi lado estará bien pero no se conforma con eso, busca más calor humano, así que se me mete en la cama y se me pega al pecho y al hueco del brazo. Se queda frito. ¿Qué voy a hacer? Lo dejo. Sin embargo, tiene pesadillas y se mueve todo el tiempo, y yo, que no estoy acostumbrada, me despierto a cada rato.

En mitad de la noche voy al baño y me gruñe desde la oscuridad, atemorizado. Al regresar a la cama lo dejo fuera, sobre el edredón, pero se me pega bien al hueco del brazo, el bebé necesita estar pegadito, extraña a los suyos.

Juega y juega por la mañana. Hace sus cosas en la calle, así que lo premio con un trocito de pavo y salta emocionado. Juega con otros perritos, corre y salta y llego a casa agotada tras la noche movidita y el paseo. Ahora juega a mis pies y me pide brazos. Me muerde las zapatillas y me chupa la pierna a ratitos. Lo dejo jugar, no puedo estar con él en brazos y escribir al mismo tiempo. (Miento, acabo de descubrir que puedo escribir con un solo dedo, la mano izquierda no la puedo mover porque él está apoyado en el hueco de mi codo). Es estupendo sentir que algo vivo e inteligente te necesita así y notar el olor de animalito. Soy feliz.

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