miércoles, 22 de febrero de 2012

Si te da por pensar

Uno de los mayores placeres de volver a casa después de trabajar es poder tumbarse en el sofá cuando el cuerpo no ha estado en horizontal desde la mañana.

Al mediodía, a veces, me he estirado en la silla de trabajo para intentar que el cuerpo estuviera lo más horizontal posible. Los pies los apoyo en un banquito auxiliar que hace las veces de archivador, y a lo lejos veo, a través del enorme ventanal que tengo a mi derecha y me da la vida, un hotel, el edificio de Mapfre, y si giro la cabeza un poco más a la derecha, una iglesia alemana. Dos bloques de edificios ochenteros, feos, de barrio desolado, terminan de decorar el paisaje que a diario me acompaña. Últimamente, sin embargo, salgo a hacer deporte al mediodía y no me quedo en horizontal porque esto implica pensar y no hay nada ahora que me alegre ni ilusione a lo que darle vueltas.

Pienso, sin querer, en los jóvenes valencianos con frío en las aulas, y me acuerdo de mis años de instituto y universidad –fríos también, también nos manifestábamos entonces– pero más cargados de proyectos y alegrías. Los chavales de hoy lo tienen crudo y lo saben, de ahí la indolencia y cierta inmadurez precoz.

Pienso, también sin querer, cuando la luz me da de lleno en el rostro, en el “enemigo” infantil de la policía durante las descargas realizadas estos días, jaleadas y acrecentadas por los cojos manteca de turno que hay siempre en las manifestaciones estudiantiles y que la policía anti-disturbios debería saber distinguir ya a estas alturas. Diferenciar a los buenos de los malos cuando te pones a dar hostias cargado de ira y sin freno debe de ser muy difícil. Es muy difícil no pensar cuando uno está en horizontal sin nada mejor que hacer que contemplar la tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario