domingo, 12 de febrero de 2012

Egoístas

Para estar en el mundo es necesario moverse con cautela. Nada debe afectarte demasiado, y si algo lo hace, o te lanzas de cabeza a solucionarlo o a hablar de ello o mejor no sigas preocupándote, esquívalo como puedas y continúa.

La mayoría de la gente que conocemos es, por eso, egoísta. Ser egoísta consiste en ir a lo tuyo sin preocuparte por lo que les suceda a los demás, ya no desconocidos, sino familiares o amigos cercanos. Cuando uno es egoísta, sufre menos, de ahí el éxito y el que haya tantos que lo practiquen, el egoísmo.

Me dispongo a ser egoísta a veces y me encuentro con que desgraciadamente no puedo hacerlo ya que me importa y me preocupa lo que sucede a mi alrededor, que últimamente me quita el sueño. Las pesadillas están llenas de lo mismo y ni en sueños soy capaz de abstraerme y dormir de un tirón sin que me invadan los demás contándome lo que les sucede.

Ser humana es ser social, nos guste o no, y para bien o para mal, saber implica cambio y participación. El que de pronto sabe ya no será el mismo nunca, el que de pronto ve ya no dejará de ver lo que vio pues la memoria guarda las imágenes como las palabras o los recuerdos, y no todo se compone de palabras, aunque sí la mayoría. Podemos almacenar olores y sabores y el mordisco a una magdalena puede hacernos volver de golpe a la infancia y encontrarnos de repente con nuestro pasado. Lo mejor de no ser egoísta es que hasta los malos recuerdos pueden compartirse, y el hecho de que a todos nos suceda lo mismo es tan trágico y consolador a un tiempo que te hace olvidarte de tus propios problemas y ser consciente de que no estás solo.

El egoísmo, como la ignorancia, se cura viajando, y no hay que irse muy lejos, basta con salir a la calle y escuchar y observar. Todo es tan parecido.

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