sábado, 1 de diciembre de 2012

Y despertó el verbo

Cuando las tareas se acumulan tienes que escapar como sea. Se escapa parando y meditando antes de continuar. Acción, pero también descanso. Cuando no hay tareas que hacer es mejor buscarlas. La falta de ellas puede llevar al deterioro mental, a la pasividad, a la anulación de la inteligencia y de la capacidad de resolución y de reacción.

No actuar implica falta de interés, lo que a su vez se traduce en egoísmo, al no desear más que lo que nos atañe de inmediato, a nuestro lado y por nuestra subsistencia, sin pensar en nadie ni en nada más. Estar en activo física e intelectualmente incluye a otros y hace que tangamos que esforzarnos en escuchar y comprender, lo que nos convierte en más humanos y menos egoístas.

Escuchar, como tantas otras cosas en la vida de un ser humano es muy difícil. No oír, eso lo hacemos. Las bocinas de los coches, las palabras, el murmullo que siempre nos rodea en una gran ciudad. Pero escuchar con atención a alguien o algo resulta más difícil en estos tiempos. Al igual que el acceso a la información ha cambiado nuestra forma de leer las noticias (someramente, por encima, poco más de un repaso rápido a los titulares), el exceso de ruido nos ha hecho más difícil escuchar. Hay demasiadas interferencias y suciedad -no se me ocurre otra palabra para definirlo- para escuchar lo importante, captarlo, asimilarlo y poder dar el correspondiente consejo, si se nos pide, o almacenar la importancia de lo expresado por otros, que al mismo tiempo alimenta nuestro interior y nos hará modificar o no la idea que teníamos sobre el tema antes de escuchar a esa otra persona que piensa diferente o parecido a nosotros pero con matices.

Al igual que hemos perdido la falta de atención y la capacidad de concentración para leer detenidamente y no por encima, hemos perdido la capacidad de escuchar, que es tan grata. Probadlo. Poneos a escuchar de verdad a alguien que esté contando su historia y pida ser escuchado. El éxito de los monólogos cómicos o del teatro que implica al público tiene éxito porque nos sitúa en un momento frente a una historia bien contada que nos hace analizarnos a nosotros mismos, compararnos, sonreír, llorar, meditar... Sin las palabras de otros, sin las vidas de los demás, somos solo nosotros en un vacío inmenso que es la vida. La necesidad de escuchar y de ser escuchados es brutal hasta el punto de que expresa la demencia y el dramático sufrimiento de muchísimos ancianos que viven solos en las grandes ciudades, por ejemplo. La necesidad de escuchar nos lleva a encender la radio y el televisor nada más llegar a casa, casi sin darnos tiempo a quitarnos los zapatos. La de ser escuchados, desgraciadamente, puede llevarnos a hablar solos. A quién no le ha sucedido tener un problema y hasta que no lo verbaliza no ve la solución. Los psicólogos están en buena parte para escuchar, son la descarga del alma de miles de personas, de ahí su éxito.

Desde aquí animo a escuchar y a hablar, a contar, porque creo que todos seríamos más felices, incluido el gobierno. Un gobierno que no escucha ni dice, ni expresa, hace a un país infeliz pero más verbal que nunca, más solidario, menos egoísta, porque el pueblo tiene que hablar y cada uno tiene una historia que contar. Un día los profesores, otro los médicos, otro los discapacitados, otro los jubilados o los jóvenes. Sé ahora mismo más de esta sociedad que nunca antes, gracias al silencio de este gobierno. La gente ha empezado a hablar y a comunicarse, a necesitar ser escuchada. En ese sentido, les digo a los que gobiernan: Gracias, muchos han despertado debido a vuestro desprecio.


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