jueves, 17 de octubre de 2013

De gripes y otras debilidades

Con la llegada del otoño y los virus que tumban durante días me da por recordar a aquellos a los que amé y ya no están aquí. No están muertos, aunque a veces lo pareciera por lo poco o nada que sé de ellos. Pero un día entraron en mi vida y la ocuparon durante un tiempo. 

Miro muchos atrás, sí, lo sé. Pero a menudo el presente se construye y se enriquece con los recuerdos.

Hoy no hay swing ni amigos, apenas contacto. El contacto físico, tan común para algunos, se nos hace extraño a otros, sobre todo a los que vivimos solos. Es bueno tocarse, saberse, echarse de menos, desear ver a alguien. Sin las personas no somos, sobrevivimos pero no existimos. Hasta los animales tienen más contacto aunque sea para pelear y olisquearse.

Hoy es uno de esos días de otoño con temperaturas suaves en los que merece la pena mirar hacia afuera y recordarse querida, como nos gustaría que fuera siempre aunque haya días solitarios. Qué puñetera puede llegar a ser la soledad y qué maravillosa, también, aun enfermo.

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