jueves, 19 de septiembre de 2013

De los septiembres casi octubres

A mediados de septiembre, si llevas trabajando quince días inmerso ya en la rutina, intentando alargar el verano física y mentalmente, podría parecer que lo has superado y que este año, definitivamente, no te estresarás y serás muy feliz, incluso un lunes otoñal lluvioso. La realidad, sin embargo, se impone, y a eso del 18 o 19 de septiembre ya eres consciente de que hace falta algo más que buenos propósitos para que eso suceda.

No sé qué es lo que falla, supongo que la paz interior de las vacaciones es incompatible con trabajar en una multinacional dedicada a la publicidad, con horarios y tiempos siempre desagradables para un temperamento ordenado y con la vida en una ciudad como Madrid, que en este mes parece haber despertado al ruido y a la multitud gritona.

Soy optimista, sin embargo. No pretendo llegar a un estado zen porque en esta ciudad es casi imposible. Lo que sí hay que intentar es sustraerse a la histeria colectiva, a los malos modos en el transporte público, a la pérdida de papeles por cualquier cosa, al mal humor con uno mismo porque sí. 

Como he comentado en otras ocasiones, solo hay un modo de evitar el desastre absoluto y de salir medianamente bien parado: alimentarse correctamente, compartir los problemas en voz alta y hacer ejercicio uno o dos días por semana, si es posible que uno sea al aire libre, además de diez o quince minutos de sol o de luz natural diarios. No sé de otros métodos, aunque supongo que cada cual tendrá sus maneras de asumir esta realidad otoñal difícil de asimilar con las horas de luz menguando y los nervios a flor de piel. Ah, por cierto, no funciona evadirse de la realidad con alcohol y otras drogas, esto solo te lleva a adormecerte un tiempo corto y la vuelta a la realidad es aún más dura si cabe cuando pasan los efectos placenteros y adormecedores que provocan.

Buen resto de septiembre a todos.


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