lunes, 13 de mayo de 2013

BESITOS en mayúscula


BESITOS (con mayúsculas, que son más cariñosos). Así se despide mamá en su último mensaje por correo electrónico, con esas siete letras más grandes. Y me quedo pensando en que, lejos de distanciarnos, nos ha unido este tipo de tecnología a algunas personas con las que antes no podíamos hablar con la fluidez y la frecuencia con la que deseábamos hacerlo.

Los mensajes enviados y recibidos van creando esa relación que para muchos es un esfuerzo. La mayoría de las redes sociales más populares se ocupan, precisamente por este motivo, de que tengamos que hacer muy poco más que pulsar un “Me gusta” y añadir una carita sonriente de vez en cuando a breves comentarios para hacerlos más cercanos.

Mamá aún no sabe añadir iconitos (macaquitos, los llama ella) a sus mensajes, ni falta que le hace. Estos ya están lo suficientemente trabajados y humanizados y tienen la esencia de ella misma, esa que la hace cercana, divertida e irónica.  

Queda tan poco ya de esas conversaciones apasionantes que manteníamos por teléfono con los que estaban lejos, o de esas cartas de varios folios que pesaban antes de abrirlas y cargaban con mensajes maravillosos, con historias cotidianas.

Pienso en 84, Charing Cross Road, la deliciosa obrita de Helene Hanff, basada en la relación epistolar entre una lectora norteamericana y un librero inglés después de la Segunda Guerra Mundial, en plena posguerra. El intercambio durará veinte años, suficiente para conocerse, respetarse y quererse de un modo cauteloso y distante pero hermoso. El amor a la lectura, a los libros, al oficio de librero que tan olvidado puede parecer ahora, protagonizan la historia.

De esta deliciosa obra que ejemplifica las relaciones humanas del pasado y la comunicación epistolar parece que hubiera habido un salto que intensifica las relaciones, pero no ha sido así. Se ha ampliado la velocidad de comunicación y el número de personas que puedes conocer, y a las que tener acceso de ese modo campechano y poco profundo que caracteriza las amistades en la red. Pero conocimiento verdadero del otro, intimidad, sinceridad, palabras de consuelo, de eso ya queda poco.

La comunicación ha disminuido abriendo camino a la información banal, somera, que poco nos dice del otro. Por eso agradezco tanto las relaciones intensas que el correo electrónico me ha proporcionado. Con un par de amigos sigo escribiéndome como cuando nos mandábamos cartas, incluso en la frecuencia (no muy a menudo). No son mensajes largos pero son intensos y contienen los hechos de un amplio periodo de tiempo.

Pero la correspondencia más importante es la de mamá.  Podemos ser sinceras y contárnoslo todo, desde las pequeñeces cotidianas más tontas hasta los pensamientos más profundos, esos que solo surgen cuando escribes y no, a lo mejor, mientras hablas frente a frente y te miras a los ojos. La escritura provoca reflexiones distintas, es una manera de verbalizar en silencio, de confesar  lo más oculto de uno mismo.

Esos BESITOS gigantes y mayúsculos son hoy el motor de mi día luminoso porque lo dicen todo. Ahora sé que cuando aparezcan después de un mensaje de mamá significará más cariño, cada vez más grande, como el mío.


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