lunes, 28 de julio de 2014

Los paisajes inolvidables de Le Corbusier

Los paisajes de Le Corbusier tienen esa especie de magia de los lugares futuristas imaginados por Bradbury u Orwell. Son paisajes de maqueta en los que entramos como en las casitas de muñecas, encontrando cada detalle delicioso, el verdecito en las azoteas diminutas, el coche pequeño aparcado en la puerta junto a personas de mentira, muñequitos sin ojos, que podríamos ser nosotros en otra vida.

Es muy curioso el contraste de la modernidad y la antigüedad tanto en los bocetos de sus futuras construcciones como en esas maquetas deliciosas en madera y metal pensadas hasta el último detalle, muebles incluidos, preciosos muebles de formas sinuosas que aún hoy asombran por su originalidad y su innovador diseño. Sus paisajes, modernos y minimalistas, se funden con los paisajes reales que rodeaban su obra y donde situaba sus construcciones. Da la sensación de que no se ha avanzado apenas desde entonces, pues este genio sentó las bases de las construcciones futuras que hoy tanto admiramos y tan contemporáneas nos parecen. En las obras pintadas en el papel vemos espacios reconocibles que podrían ser los de un nuevo proyecto en París, Nueva York o África. Solo reconocemos que son del pasado cuando distinguimos la antigüedad de los cochecitos pintados, pertenecientes a los años treinta, cuarenta o cincuenta del pasado siglo, repartidos aquí y allá, rodeando los edificios concebidos.


La exposición de Le Corbusier en el Caixa Forum, organizada por el MOMA de Nueva York, posee la magia de trasladarnos al pasado y es ideal para visitar en verano. Esa sensación de frescura y de amplitud, de líneas extrañas perdiéndose en el horizonte, llevan al mediterráneo, a la luz, a un paseo por lo imprescindible para ser feliz. Transmite serenidad. Es muy placentero el paseo entre estos diminutos trozos de realidad y entre los dibujos y pinturas que formaban parte de cada proyecto.

Los lugares visitados en la exposición no se olvidan, y de hecho pasa que uno desearía, ahora que llega la época estival, poder viajar a cada uno de los lugares en los que se encuentran esas obras vivas y verlas a tamaño natural. Bonito viaje pero casi imposible, pues Le Corbusier estuvo en África y en Rusia y en la India y construyó para todos, en muchos lugares dejó ese poso onírico e irreal que solo él pudo imaginar.


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